Cuando jugamos a ser Dios. Los castores del fin del mundo.

Querida hija:

Tierra del Fuego es uno de los últimos lugares del planeta que aún conservan una naturaleza prístina...dentro de lo que cabe. Montañas nevadas, lagos, glaciares, verdes bosques impenetrables y, sobre todo, una baja densidad de población humana hacen del extremo meridional de América del Sur uno de los últimos paraísos de la Tierra. De momento. Pero si das un paseo por algunas zonas de Tierra del Fuego verás algo que te helará la sangre en las venas: enormes extensiones de bosques fantasma, troncos desnudos y muertos de árboles que una vez fueron verdes y exuberantes. Se diría que ha caído una tormenta de lluvia ácida o que un bombardeo ha arrasado los bosques. Nada de eso. El responsable es un animal que no debería estar allí: el castor. Te voy a contar hoy una historia de terror.

Castor disponiéndose a roer un tronco

Introducción: la Tierra del Fuego, el último paraíso.

El 31 de octubre de 1520 Fernando de Magallanes enfilaba la entrada del estrecho que lleva hoy su nombre y que acabaría conduciéndole al Océano Pacífico en su viaje de circunnavegación del planeta. Fue el primer hombre blanco que se adentró en aquellas frías y desconocidas aguas. Desde su barco observó las muchas hogueras que encendían de día y de noche los pueblos fueguinos, y por eso bautizó aquellas tierras como "Tierra del Fuego". Se trata de un archipiélago que se extiende al Sur y al Este del Estrecho de Magallanes y que está compuesto por la Isla Grande (la mayor con diferencia) y otras islas de tamaño mediano y pequeño como Santa Inés, Navarino, Hoste, Gordon, Capitán Aravena, y muchas otras.

Mapa del archipiélago de Tierra del Fuego

Se trata de una región remota, de clima subantártico, y que no ofrecía ningún atractivo para las potencias europeas. Por eso España no colonizó la región, que permaneció salvaje, libre e independiente. Pero tampoco lo hicieron ni Gran Bretaña, ni Francia ni los Países Bajos aunque todas ellas sí enviaron sucesivas expediciones científicas para estudiar su geografía, su hidrología, su fauna y su flora.

El colonialismo europeo llegaría a la región bien entrado el siglo XIX de la mano de las repúblicas independientes de Chile y Argentina. La rivalidad geopolítica entre estas dos naciones y el temor común a que otra potencia europea acabara ocupando la región impulsó a chilenos y argentinos a lanzar guerras de conquista contra los aborígenes fueguinos, patogénicos y magallánicos, ocupar militarmente la zona y anexionarla a sus respectivos territorios.

De hecho, la práctica totalidad de Tierra del Fuego forma parte de Chile, que toma posesión del Estrecho de Magallanes en 1843 pero su control efectivo tendrá que esperar a que Chile derrote y conquiste a los mapuches entre 1861 y 1883. Punta Arenas se había fundado en 1851 como una colonia penal en el Estrecho. En 1881 Chile y Argentina firman un Tratado de Límites que reconoce a Argentina la posesión del tercio oriental de la Isla Grande, donde se funda la ciudad más austral del mundo, Ushuaia, el 12 de octubre de 1884.

Ushuaia es la ciudad más austral del mundo

A partir de aquel momento se abre la región a la colonización europea en un proceso similar al que se estaba viviendo en aquel momento en Norteamérica: los inmigrantes fundan estancias ganaderas y empresas madereras, y se extermina a los últimos pueblos aborígenes fuéguidos: los selk'nam, los yáganas y los kawesqar.

Superficialmente el paisaje de la región Magallánica puede recordarnos a Noruega o Alaska: altas montañas, glaciares, fiordos y bosques verdes pero si miras más de cerca verás que aquí no hay abetos, piceas, abedules o pinos. Aquí no hay bosques boreales sino otro tipo de bosque muy diferente que se denomina bosque subantártico o magallánico, un tipo de bosque templado-frío de hoja perenne y caduca caracterizado por la presencia del haya antártica (Nothofagus), presente en Tierra del Fuego con especies como la Lenga (N. pumilio), el aire (N. antarctica), el coihue (N. dombeyi) y otras diversas especies como el ciprés (Austrocedrus chilensis) o el pehuén (Araucaria araucana).

Bosque subantártico en el Parque Nacional Tierra del Fuego

Estos árboles australes han co-evolucionado con herbívoros como el guanaco (Lama guanicoe) o el huemul (Hippocamelus bisulcus), depredados a su vez por el puma (Puma concolor). Sin embargo, en un extraño afán por "europeizar" aún más estas tierras, los colonos europeos (apoyados casi siempre por los Gobiernos chileno y argentino) acabaron introduciendo el ciervo rojo, el jabalí, el zorro rojo, las truchas boreales y...el castor. Voy a contarte esa historia porque es para echarse a temblar.

Castores en Tierra del Fuego: cuándo, cómo y por qué

Suele decirse que la introducción del castor en Tierra del Fuego fue iniciativa del Gobierno de Juan Domingo Perón en 1946 para fundar una industria peletera nacional en aquellas tierras. Pero eso no es del todo exacto, pues la investigación histórica que he localizado por parte de Alejandro Pietrek y Laura Fasola nos cuenta una historia con ciertas puntualizaciones. La iniciativa empieza en septiembre de 1945 bajo el gobierno "de facto" de Edelmiro Farrell, surgido de la Revolución de 1943 si bien el siguiente Gobierno de Perón asume y continúa el proyecto. El proyecto lo lideraba la Secretaría de Marina y consta que los castores se pidieron para "enriquecer" la fauna nacional. Nada se mencionaba de una industria peletera.

El Gobierno argentino contacta con el Ministerio canadiense de Recursos Naturales y con la Compañía de la Bahía de Hudson solicitando 50 ejemplares. La primera respuesta oficial canadiense fue que era "imposible" transportar castores desde Montreal hasta Argentina. Sin embargo las gestiones continuaron adelante y en septiembre de 1945 Dave Allan, del Departamento de Asuntos Indios contacta con un tal Thomas Lamb y le pregunta si sería posible capturar esos cincuenta castores y enviárselos a Perón.

Suelta de los castores canadienses en el Lago Fagnano, 1946

Thomas Lamb era un "pionero" y emprendedor en la zona de Manitoba, donde había nacido en 1898. Perfecto conocedor de la región y hablante de las lenguas aborígenes de la zona de Moose Lake, había establecido algunos negocios en la zona y acabaría convirtiéndose en un pionero de la aviación canadiense como forma de implementar la actividad de sus empresas usando aviones de una flota propia. Pero Lamb también tenía su "nervio" conservacionista. En 1920 había observado cómo dos importantes especies peleteras: la rata almizclera y el castor declinaban en la zona de Moose Lake y en 1931 implementa una reintroducción de ratas almizcleras en su zona.

Análogamente realizó gestiones para reintroducir castores en Moose Lake procedentes de otras partes de Canadá e incluso de Nueva York en los EEUU. Si alguien podía reunir los castores que había pedido Argentina, ése era Lamb. Pero Lamb sólo pudo capturar 20 ejemplares en tres lugares: Caroline Lake, Devil's Portage y Big Creek, que fueron los que se enviaron a Argentina. Por eso es errónea la información que aparece en muchas partes de que fueron "25 parejas" las que se introdujeron: eso fue lo que solicitó el Gobierno Argentino pero sólo se le enviaron 20 individuos, que fueron metidos en un tren desde Moose Lake a Nueva York, de ahí por vía aérea a Miami y desde Miami en un "cliper" (un avión de largo recorrido) hasta Argentina vía Rio de Janeiro. Milagrosamente para las condiciones de la época, los veinte castores llegaron sanos y salvos a Argentina.

Retrato de Thomas Lamb

En noviembre de 1946 los 20 castores fueron "liberados" en el Lago Fagnano, que ocupa el centro de Tierra del Fuego y cuyo extremo occidental pertenece a Chile. Fue el único evento en el que se introdujeron los castores ya que no se volvió a introducir ninguna nueva remesa de castores. Todos los castores de Tierra del Fuego descienden de esos 20, y se ha encontrado una gran diversidad genética en esa población (7 haplotipos) precisamente porque la población originaria de Moose Lake tenía, a su vez, un origen en reintroducciones de castores procedentes de otras partes.

Y aquí viene el por qué no me cuadra que estos castores se introdujeran para ninguna industria peletera. Los castores se dejaron completamente libres en el Lago Fagnano. No se había construido ninguna infraestructura peletera en la zona donde los castores deberían haber sido confinados y criados. Es más, al parecer se prohibió su caza al menos hasta 1981, como te explicaré más adelante. O sea, que la razón para introducir castores en Tierra del Fuego fue simplemente el capricho gubernamental de "europeizar" la fauna de una región ya de por sí muy europeizada. No he encontrado ni rastro de ninguna granja peletera que estuviera preparada para explotar esa remesa de castores canadienses.

¿Qué pasó después?

La plaga

Una vez soltados los castores y aparentemente olvidados por las autoridades que los habían traído a tan remota región, se pusieron a hacer cosas de castores: abatir árboles, construir diques, desviar cursos de ríos, crear lagos y tener castorcitos. Muchos castorcitos. Cuando las autoridades quisieron darse cuenta, ya tenemos unos 150.000 castores que ocupan buena parte de la Isla Grande de Tierra del Fuego y varias de las islas adyacentes como por ejemplo Navarino y Hoste, y también han cruzado el Estrecho de Magallanes estableciendo una cabeza de puente en Península Brunswick, algo alarmante puesto que desde ahí pueden extenderse como un reguero de pólvora hacia los bosques magallánicos del continente.

Expansión de los castores por Tierra del Fuego

Pero vamos por partes. ¿Por qué es tan terrible lo que hacen los castores en Tierra del Fuego? ¿no quedamos en que los castores son simpáticos ingenieros medioambientales cuyos lagos artificiales son un foco de biodiversidad? Pues sí, pero sólo en los lugares donde son autóctonos. En Tierra del Fuego, donde fueron introducidos, pasaron dos cosas muy malas.

La primera de ellas es que los bosques subantárticos no han co-evolucionado con el castor. Hay una especie de haya antártica que está siendo especialmente afectada por los lagos creados por los castores: la lenga (Nothofagus pumilio), cuyas semillas son incapaces de germinar en terrenos inundados. Los bosques de lenga que tienen la mala suerte de ser talados e inundados por los castores mueren y se convierten en fantasmas de madera que no consiguen regenerarse. Cuando por las razones que sean la "castorera" es abandonada, lo que antes había sido un bosque de lenga se convierte en una pradera húmeda e inundada. En Tierra del Fuego el castor es un agente deforestador de primer orden y extermina bosques subantárticos enteros. En cuanto a las otras especies de árboles, tenemos que el castor es un consumidor voraz de hojas y cortezas.

Bosques muertos por el castor en Tierra del Fuego. Foto: María Fernanda Menvielle - El Pais

La segunda de ellas es que en Tierra del Fuego el castor no tiene depredadores. Veamos lo que sucede en Canadá. Allí, el lobo (Canis lupus) es su principal depredador si bien el cánido lo mantiene como una presa "reserva" cuando escasean los ungulados en sus territorios. Pero el lobo es un perfecto conocedor de su territorio y sabe dónde están los castores en él. Cuando necesita comerse un castor, sabe dónde encontrarlos y cómo capturarlos: siempre en tierra donde el castor es torpe. Por eso el castor no suele alejarse más de 40 metros de un curso de agua. En épocas de castor, puede suponer hasta el 30% de las presas del lobo.

Ahora bien, el lobo por sí solo no puede controlar toda una población de castores. Pero resulta que no sólo el lobo consume castores sino que también lo hacen los pumas, los osos (y, en los EEUU, el lince rojo y el aligator también). Por lo que si sumamos la acción de todos estos depredadores y la propia acción de los tramperos humanos tienes la respuesta de por qué en Norteamérica el castor nunca ha sido una plaga.

En Tierra del Fuego no hay indicios de depredación del castor por ni un solo depredador. Y eso se nota no sólo en la superpoblación de castores sino que los castores no sólo construyen sus diques en zonas boscosas sino también en la "estepa" de Tierra del Fuego ya que no hay ningún depredador que temer, lo que hace pensar a los científicos que el hábitat boscoso en sus áreas originarias es en parte una respuesta defensiva contra los depredadores.

Dique construido por castores en Tierra del Fuego

Evidentemente, para el castor no hay fronteras y expandirse al vecino Chile fue un juego de niños para el castor, que fue detectado en territorio chileno por primera vez en 1964 y a comienzos de la década de 1970 es cuando se documenta su cruce del Estrecho de Magallanes y su colonización de Península de Brunswick. Hoy día se han contabilizado más de 200.000 castoreras en la región y ha colonizado el 91% de los cursos de agua de Isla Grande, siendo el problema ecológico subsiguiente es de primerísimo orden.

¿Qué hacer?

Los Gobiernos argentino y chileno tardaron en reaccionar. Finalmente Argentina autoriza la caza de castores a partir de 1981 pero ahora sí que se intenta aprovechar el "recurso" para una industria peletera con la autorización de la caza comercial en 1997 y un Plan de Control del Castor en 1999. Básicamente se empleaban tramperos al estilo canadiense con cuotas anuales de entre 6.000 y 10.000 animales y además en 2001 se empezaron a entregar recompensas por cada cola de castor entregada a las autoridades.

El problema era doble. En primer lugar la financiación del plan era irregular y variable, y en segundo lugar estaba el enfoque mismo del Plan como "control" y no "erradicación". Por eso, los objetivos de ejemplares "extraídos" eran claramente insuficientes hacia 2006. Además, sucedía que los tramperos lo que hacían era ir a cazar castores sólo en los lugares más cercanos a las carreteras y los sitios de más fácil acceso a diferencia de lo que se hacía en Norteamérica donde los tramperos se adentraban en lo más recóndito de la naturaleza y ponían sus trampas durante la temporada peletera.

Cartel informando del carácter "invasor" del castor en la parte argentina de Tierra del Fuego

Las alarmas saltaron cuando en 1994 se constata oficialmente la presencia del castor en el Continente, concretamente en la Laguna Parrillar, en Península de Brunswick, y los Gobiernos argentino y chileno empiezan a pensar en un cambio de enfoque hacia una política de erradicación y exterminio, y no ya de mero control, lo que es imposible, y en 2008 se firma un tratado binacional: "Acuerdo sobre la restauración de los ecosistemas australes afectados por el castor canadiense (Castor canadensis)". Este acuerdo tiene la novedad de que no sólo se centra en la erradicación del castor sino también y principalmente en la restauración de las zonas dañadas por el roedor.

Desde entonces, expertos chilenos y argentinos se han estado formando a nivel internacional en el manejo de especies "invasoras" (léase introducidas) y en la implementación y gestión de proyectos en este ámbito, y ya se han designado áreas piloto para ensayar (con éxito) la erradicación de los castores. Ahora todo depende de que la financiación no se agote, de que el esfuerzo erradicador no decaiga y de que la cooperación entre las autoridades chilena y argentina sea estrecha, cooperativa y cordial.

Sólo el tiempo dirá si el proyecto tendrá éxito o si grandes extensiones de bosque subantártico desaparecerán para siempre. Es lo que pasa cuando jugamos a ser Dios.

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