Cuando los leones dominaban Francia. La fauna de la Cueva de Chauvet.

Querida hija:

La visión del arte rupestre siempre me ha conmovido hasta los cimientos. No sólo por constituir la primera manifestación pictórica de la especie humana, una especie tan apasionada que necesita realizar cosas que no tienen nada que ver ni con comer ni con beber ni con perpetuar los genes. Así de especial es el Arte. No sólo por eso sino también porque constituye una ventana a un pasado tan lejano (los albores mismos de nuestra Humanidad) que nos muestra los animales que vivían en aquellos lugares y que hoy no existen. Aquellos antepasados paleolíticos nos legaron una visión de una vida animal que se fue y no volverá nunca jamás. Si hace unos meses hablé de la Cueva de Altamira a mis mecenas de Patreon, hoy te quiero hablar de las notables pinturas rupestres de la Cueva de Chauvet. Vamos a viajar en el tiempo una vez más tú y yo.

Una manada de leones aparentemente persiguiendo a una manada mixta de ungulados. Cueva de Chauvet

Introducción. La Cueva de Chauvet.

Estamos en el Valle del Ródano, hace 37.000 años.

Silencio. Nos encontramos en plena Glaciación Würm, la última de las glaciaciones pleistocenas, que lleva ya 73.000 años desde su comienzo. Durante esta glaciación, como sucedió en las anteriores, no siempre tirita uno. A veces hay épocas en las que la temperatura sube, son los llamados interestadiales. Pero hace frío, qué leches, para qué vamos a engañarnos. No es verdad que uno esté con la nieve hasta las rodillas todo el año ni que el hielo lo cubra absolutamente todo, pero también es verdad que durante los veranos la temperatura apenas alcanza los 15 ºC como mucho en aquella región de lo que hoy es Francia, que durante el invierno se desploma por debajo de los -20ºC.

Mapa de ubicación de la Cueva de Chauvet

La cosa va, sin embargo, a peor. Hace 23.000 años que la temperatura promedio va bajando de año en año, y continuará bajando durante otros 17.000 años hasta alcanzar el Último Máximo Glacial, la máxima extensión de los hielos continentales antes de que empiece el ansiado reflujo que terminará con la retirada y desaparición de la pesadilla helada que ha atenazado el continente europeo. En ese momento, hace 37.000 años, la muralla de hielo está avanzando lenta pero inexorablemente y ya ha devorado 2/3 de Gran Bretaña y cubre Europa hasta la latitud de Frankfurt, Dresde y Lublin.

Los cercanos Alpes están completamente cubiertos por un sólido casquete glacial, haciendo sentir sus efectos allá abajo, en el vecino Valle del Ródano. Estamos en una estepa fría sólo interrumpida de trecho en trecho por abedules y pinos silvestres. Subiendo por el escarpe occidental del Valle, entramos en un país más montuoso, compuesto por mesetas calizas que han sido cortadas por el río Ardèche y sus tributarios formando altos y verticales acantilados que parecen fortalezas que vigilan en derredor.

Localización de la entrada de la cueva en un acantilado calizo

A pesar de este cuadro aparentemente frío y desolador, en las estepas bajas que se extienden junto a los ríos y al pie de las mesetas hay una verdadera explosión de vida animal. Nunca jamás se volverá a ver en Europa semejante concentración de animales, y sólo las ardientes sabanas africanas, decenas de milenios después, se le parecerán en algo. Hay manadas de mamuts, de rinocerontes, de renos, de veloces caballos, de ciervos con enormes cornamentas y otros con astas más pequeñas. Hay corzos y cabras montesas, y todos ellos son acechados por lobos, por leones, por leopardos...

Los acantilados de caliza que dominan el Ardèche son el refugio predilecto para los enormes osos de las cavernas, que suelen usar una en concreto con preferencia. En aquella cueva situada a cierta altura sobre el nivel de la llanura y sobre el río, los osos hibernan en lo más crudo del invierno glacial, y la usan como refugio en las épocas más benignas del año.

Una banda de humanos deambula por aquel desolado país. Pertenecen a una especie, más tarde denominada Homo sapiens, que procedente de África lleva decenas de miles de años deambulando por África y Oriente Medio. Hace sólo tres o cinco milenios que estos humanos han llegado a Europa y la van recorriendo poco a poco, descubriendo sus paisajes y adaptándose a su frío clima y a los recursos naturales que ofrece a los recién llegados. Son dinámicos, decididos, muy inteligentes. Son capaces de obtener información del entorno que los rodea y formarse una imagen mental de lo que tienen. Son capaces, también, de prever el futuro basándose en lo que pueden obtener de ese entorno y en sus observaciones, y tomar decisiones de acuerdo con esas previsiones.

Vista aérea de la ubicación de la Cueva de Chauvet

Son capaces de hablarse entre sí, una forma de comunicación tremendamente directa y eficaz.

Son también extremadamente colaborativos. En la banda todos se ayudan entre sí. Se reparten el trabajo...caza, pesca, recolección, construcción de tiendas y refugios, confección de vestidos y herramientas obtenidas de los animales que cazan...atienden a los niños, los ancianos y los enfermos, todo lo cual los convierte en verdaderas máquinas de adaptarse a lo que haya, mucho o poco, fácil o difícil.

Necesitan un refugio más estable y sólido. Llevan días acampando en la estepa en tiendas hechas de piel de reno pero saben que cuando llegue el invierno no podrán sobrevivir si no encuentran una cueva o, al menos, un refugio rocoso que les sirva de apoyo. Entonces uno de los más avezados exploradores repara en la entrada de una cueva situado en una elevación sobre el río. El lugar parece perfecto: protegido y desde el cual se puede dominar el terreno circundante. 

Humanos del Magdaleniense cazando renos. Zdenek Burian.

Pero cuando los exploradores se acercan a la cueva, les basta sólo un vistazo y husmear el aire para darse cuenta de que no será tan fácil, pues se trata de un refugio de osos. No sabemos lo que costó a aquellos humanos "desalojar" a los osos de su cueva, ni si tuvieron que luchar ni si hubo muertos o heridos. Lo que sí sabemos es que los osos quedaron expulsados de esa cueva al menos durante siete mil años. Siete milenios en los que generaciones de humanos se refugiaron allí, aunque al parecer no era un lugar de residencia permanente pues preferían vivir en sus tiendas al aire libre antes que en la lóbrega y húmeda oscuridad de aquel antro.

No obstante, les confortaba saber que tenían ahí detrás una cueva a la que podían trasladarse en caso de necesidad o mal tiempo, y donde podían además hacer otras cosas...

Plano interior de la Cueva de Chauvet

Les permitía, por ejemplo, otear la estepa desde su punto de vista elevado. Desde allí vigilaban la caza, que era la actividad principal y de la que dependían casi por completo. Los vigías observaban cómo los leones acechaban a los renos, cómo mamuts y rinocerontes se repartían los micro-hábitats de la estepa, cómo los caballos corrían velozmente para huir de las manadas de lobos...todo lo observaban, de todo tomaban nota mental.

Y algunos de aquellos humanos no sólo tomaban nota mental. Se metían en la cueva, tomaban un carbón procedente de la hoguera de la noche anterior y, recordando el aspecto de aquellos animales, los pintaban en las paredes de la cueva con un detalle minucioso y perfeccionista. Allí estaban todos: los leones, los rinocerontes, las cabras, los mamuts, los leopardos, los osos...a veces en solitario, a veces en fantástica turbamulta donde se mezclan líneas y siluetas en una melé de difícil explicación. Y no sólo dejaron esas maravillosas representaciones de la fauna que les tocó contemplar, también dejaron huellas de sus manos, diseños "abstractos", extrañas criaturas "mixtas"...

Realizando pinturas rupestres

Era extraño. En una sociedad donde todo era utilitarismo, cazar para comer y obtener materiales para fabricar herramientas y vestidos, refugiarse de los elementos...unos pocos humanos tenían tiempo y ganas para representar en una pared lo que veían sus ojos. Algo que no servía ni para comer ni para defenderse de peligros ni enemigos. ¿Por qué lo hacían?

No lo sabemos. No dejaron ni una sola pista que nos ayude a comprender por qué pintaban. Se han esgrimido muchas teorías. Se ha dicho que eran imágenes de los animales que cazaban para que las fuerzas mágicas en las que supuestamente creían favorecieran su captura. Pero en esta cueva en concreto también se representaban los animales que se comían a los animales que cazaban, cosa que no sucede en la gran mayoría de las cuevas que tienen arte de la misma época.

Puede ser que ante dichas imágenes los chamanes, o brujos, hicieran rituales mágicos. Pueden ser muchas cosas pero nunca se ha sabido a ciencia cierta y me temo que nunca se sabrá. 

Pero hay algo que nunca se ha dicho. ¿No podría ser, sencillamente, que aquellos humanos eran sensibles a la enorme y terrible belleza de lo que veían en aquellos fantásticos animales? ¿no podría ser que, incapaces de mantenerlo siempre en su retina o su memoria, sintieran la necesidad de reproducirlos como mejor sabían para preservarlos por siempre? En cierto modo así lo hicieron porque aquella magnífica megafauna hoy sólo es polvo, y nosotros, los arrogantes (in)sapiens de esta época enloquecida sólo conocemos aquellos animales por fósiles... pero también por las maravillosas e inspiradoras pinturas de aquellos hombres paleolíticos del Auriñaciense (la primera "escuela" cultural europea) nos legaron. Casi casi podemos ver cómo se mueven ante nosotros. Aquellos antepasados nuestros nos hicieron un regalo que no estoy seguro que de verdad entendamos en lo que vale.

Por alguna razón que nos es completamente desconocida, los humanos desaparecieron de aquel país hace 33.500 años. Sabemos que los osos de las cavernas volvieron a la cueva, a  reclamar lo que una vez fue suyo. Tal vez el progresivo empeoramiento del clima empujó hacia el Sur, hacia tierras más cálidas, a los animales de los que se alimentaban, y tuvieron que emigrar tras ellos. No sabemos si fue eso o si fue otra cosa. Pero sí sabemos que los humanos volvieron a la cueva dos mil quinientos años después.

Campamento de cazadores en el Pleistoceno final. Zdenek Burian

No eran los mismos. Sabemos que volvieron a echar a los osos de aquella cueva tan golosa pero por las pinturas y otros restos paleontológicos que dejaron sabemos que llevaban otra cultura diferente a aquella de los humanos que habían ocupado la cueva por vez primera. Tal vez estaban mejor adaptados al frío cada vez más imperante, y triunfaron allá donde habían fracasado sus predecesores. Permanecieron en la cueva hasta que hace 29.000 o 28.000 años un derrumbe taponó la cueva, inutilizándola para siempre.

Pasaron otros 30.000 años. Los hielos se retiraron. La estepa fría y la tundra se exiliaron al lejano norte y el Valle del Ródano se cubrió de unos espesos bosques que no se habían visto allí en cien mil años. Nuevos animales aparecieron por la región mientras los gigantes del pasado desaparecieron víctimas de un clima cálido y asfixiante para el que no pudieron adaptarse. Desde Oriente llegaron nuevas oleadas de humanos... humanos diferentes, que traían animales domésticos del ronzal y semillas para sembrar. Se acabó el nomadismo.

Los humanos fundaron entidades políticas estables que luchaban entre sí, aparecían y desaparecían.

En 1994, una de esas entidades políticas, la República francesa, ocupaba aquella tierra que había organizado en el Departamento del Ardèche. Los humanos habían puesto en marcha una civilización completamente nueva y diferente: una civilización tecnológica que estaba devorando al planeta y al propio ser humano, que es consciente de ello pero aun así está atrapado fatalmente en el laberinto donde se ha metido. Tres espeleólogos descubrieron aquella cueva abandonada hacía 30.000 años el 18 de diciembre de 1994. Se llamaban Eliette-Brunel Deschamps, Christian Hillaire y Jean-Marie Chauvet.

La Cueva de Chauvet es Patrimonio de la Humanidad

Los tres amigos decidieron que aquella cueva recibiría el nombre del último de ellos. La Cueva de Chauvet.

Unos días después el grupo volvió a explorar la cueva, adentrándose más en el antro que acababan de descubrir. Uno de ellos, Michel Chabaud, me imagino que con los ojos como platos saliéndose de las órbitas de incredulidad y emoción, descubrió la Galería de los Leones. 

Treinta mil años después, las pinturas de aquellos antepasados volvían a ser contemplados por ojos humanos.

La fauna de las pinturas de Chauvet

Las autoridades francesas reaccionaron rápido e inmediatamente reservaron la cueva sólo para investigadores e informadores, puesto que habían aprendido los problemas que las visitas masivas de turistas habían causado a las pinturas rupestres de Altamira y de Lascaux. Poco después se construyó una réplica de la cueva que es la que visitan los turistas. Las pinturas rupestres están datadas en el Auriñaciense, hace entre 32.000 y 30.000 años, mientras que la siguiente ocupación de la cueva no dejó pinturas reseñables ni remotamente comparables a las primeras. Aparecen representados animales de 14 especies (9 carnívoros y 5 ungulados), que vamos a repasar aquí.

Rinocerontes luchando. Cueva de Chauvet

Oso de las cavernas (Ursus spelaeus). Como ya te conté en la introducción, el oso de las cavernas ocupó la cueva en los momentos en los que no estaba ocupada por humanos. Existen rastros de ello en la cueva: rascaduras de sus garras en las paredes, depresiones en el suelo que se han interpretado como los lugares donde los osos dormían, así como huesos fosilizados incluyendo cráneos, de un total de 190 individuos. Los restos paleontológicos de oso representan el 99% de los restos hallados en la cueva, correspondiendo el 1% restante a lobo (Canis lupus), hiena (Crocuta crocuta) y zorro rojo (Vulpes vulpes).

Oso de las Cavernas. Cueva de Chauvet

¿Cómo sabemos que las pinturas de osos de Chauvet son de oso de las cavernas y no de oso pardo? pues porque los autores captaron perfectamente las diferencias anatómicas; el oso de las cavernas presenta una notable "joroba" en la cruz y luego la grupa cae, además de presentar una frente alta con un evidente "escalón" desde el hocico, mientras que el perfil del oso pardo es mucho más "plano" tanto en su espalda como en su frente. El oso de las cavernas, a pesar de su supuestamente terrible aspecto (era más grande que el oso pardo) era predominantemente vegetariano y era especialmente vulnerable durante la hibernación, pues con frecuencia era atacado y devorado en sus cuevas por el león de las cavernas y la hiena.

León de las cavernas (Panthera spelaea). Puede decirse que el león de las cavernas es el animal estrella de entre los representados en Chauvet por el número de pinturas y la variedad de actitudes representadas. Junto con los mamuts y los rinocerontes representan el 63% de los animales pintados. Los especialistas interpretan esta abundancia de representación de leones no porque fueran especialmente abundantes en el entorno sino porque tenían una especial significación cultural para estas gentes. Tal vez, en el entorno de una cultura de tipo chamánico, el león era una especie de "animal tótem" de la tribu. Hay un total de 73 representaciones de león en Chauvet.

Panel de los Leones. Cueva de Chauvet

Lo extraordinario de los leones de Chauvet es su extremado naturalismo. Como corresponde a esta especie de felino (del que ya te hablé en una crónica), primo taxonómico de su pariente africano, no tiene melena, y se le representa frecuentemente en grupo, con individuos compartiendo alguna parte del perfil de la figura, como por ejemplo en el Panel de los Leones, donde aparecen inextricablemente unidos no menos de 11 individuos.

Pero también se les representa en escenas de caza o, cuando menos, asociados a ungulados que serían sus presas: junto a rinocerontes y mamuts, o como en una escena en la que aparecen siete bisontes perseguidos por dieciséis leones, muchos de ellos representados sólo por sus cabezas. Y no sólo es extraordinario el realismo físico de estos leones representados sino que también el agudo observador que los pintó reflejó también muchos de sus comportamientos, como podrá atestiguar cualquier estudioso de los leones africanos.

Pareja de leones en actitud de acechar. Cueva de Chauvet

Así, podemos ver actitudes de acecho de una presa, de macho y hembra caminando juntos, un individuo dominante que acaba de derrotar a uno que muestra sumisión, expresiones faciales...mostrando un extraordinario poder de observación y retentiva de estos poderosos super-depredadores de aquella época y lugar. Sus pinturas nos transmiten toda la fuerza y el poder de este animal, que debió fascinar y subyugar a nuestros antepasados paleolíticos.

Leopardo de las cavernas (Panthera pardus spelaea). Se trata de una de las representaciones más notables de la cueva de Chauvet, por dos razones: en primer lugar, porque es la única representación conocida de esta subespecie de leopardo, que vivió en Europa durante el Pleistoceno final sino que, además, es la representación conocida más antigua de este felino. Es muy curioso que, a pesar de existir registros fósiles de este leopardo en una amplia zona de Centroeuropa y el Sur de Francia, sólo en Chauvet a alguien se le haya ocurrido pintarlo.

Leopardo. Cueva de Chauvet

Parece claro que, por razones culturales, a la comunidad humana Auriñaciense de esta región les interesaban los carnívoros en general y los felinos en particular. Probablemente los leopardos se alimentaban aquí de corzos y cabras montesas, evitando a los grandes leones que, en la estepa, perseguían bisontes y renos.

Hiena de las cavernas (Crocuta crocuta spelaea). Uno de los más formidables depredadores del Pleistoceno final como ya te conté en la crónica que le dediqué. Sólo hay una figura de hiena en Chauvet que, si bien no es la única conocida, sí es más realista y anatómicamente mejor representada que la extraña hiena de Lascaux, que casi recuerda a una jirafa. Debieron ser épicos sus enfrentamientos con los leones de las cavernas al disputarse carroñas. ¿Quién sabe si tal vez los humanos sacaban tajada de ellos?

Hiena junto al leopardo. Cueva de Chauvet

Lobo (Canis lupus). Es curioso cómo uno de los animales que más fascinan al ser humano no tiene representación pictórica en Chauvet. Pero hay evidencias de su presencia en la cueva (y, por ende, en la región) mediante huellas de pisadas, huesos fosilizados y coprolitos (excrementos fosilizados). Del estudio de estos coprolitos se ha podido determinar el ADN, y que genéticamente estos lobos pertenecían a una línea hoy extinguida, y que se alimentaban de osos de las cavernas, seguramente oseznos que capturaban durante la hibernación.

Rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis). Es el segundo animal más abundantemente representado en Chauvet tras el león de las cavernas, y que aparece en solitario, en grupo con otros rinocerontes o mezclado (solo o en grupo) con otros herbívoros. Curiosamente en Chauvet no se le representa con el lanudo pelo que lo protegía de los fríos glaciales lo que puede indicarnos que en la latitud de Chauvet tal vez había una raza o subespecie que no necesitaba tanto pelo. Es especialmente interesante una representación de dos rinocerontes luchando entre sí. La capacidad de observación y de representar el comportamiento cotidiano de los animales que se observaban allí es magnífica entre los autores de estas pinturas.

Rinocerontes. Cueva de Chauvet

Uro (Bos primigenius). En Chauvet aparecen representados tres uros, concretamente sus cabezas con sus cornamentas, en un magnífico conjunto donde se encuentran junto a 4 cabezas de caballo y a los dos rinocerontes luchando entre sí que antes te he mencionado.

Uros. Cueva de Chauvet

Bisonte (Bison priscus). Son muy pocos los bisontes que se representaron en Chauvet y, además, están "relegados" al fondo de la cueva, más inaccesible. Destaca aquí el llamado "bisonte del pilar", un magnífico bisonte que aparece sobre otro bisonte, más pequeño, bajo él. El especialista Spassov defiende que el bisonte superior es un bisonte europeo B. bonasus mientras que el de abajo sería un bisonte de estepa B. priscus. No sería descabellado, puesto que todos los especialistas están de acuerdo en que el actual bisonte europeo es un híbrido entre el bisonte de estepa y el uro, especies ambas que vivían en la zona de Chauvet.

Bisontes. Cueva de Chauvet

Mamut lanudo (Mammuthus primigenius). Los mamuts de Chauvet (no demasiados, por cierto), son inconfundiblemente mamuts lanudos por su evidente joroba. Al igual que con los rinocerontes, el mamut no es representado con su "lana". Destaca sobremanera un mamut apenas esbozado en su perfil superior, sobre el cual un humano pintó la silueta de su mano en rojo. ¿Cuál podría ser el simbolismo de esta representación?

Mamut. Cueva de Chauvet

Caballo (Equus ferus). El caballo está bien representado en Chauvet, con su silueta inconfundible del mismo tipo que el que aparece en otras cuevas. Algún especialista que ha estudiado los tipos y capas de coloración de los caballos representados en cuevas europeas asignan a los caballos de Chauvet al que llaman "Tipo 5", de capa oscura/negra. No sé yo si esto tiene algún fundamento, teniendo en cuenta que las pinturas de Chauvet sólo tienen dos colores: negro u ocre.

Caballos. Cueva de Chauvet

Íbice alpino (Capra ibex). Aquí tenemos una especie que ha sobrevivido al Pleistoceno, y sigue viviendo en los cercanos Alpes. En aquella zona montuosa de mesetas y acantilados calizos los íbices debieron tener un cómodo hábitat donde los leopardos los perseguían y depredaban.

Íbice. Cueva de Chauvet

Reno (Rangifer tarandus). Otro superviviente de la Edad del Hielo que sobrevivió al calentamiento global emigrando a las regiones boreales, está inconfundiblemente representado en Chauvet, en una "manada" con un uro, caballos y bisontes. ¿Los humanos que hicieron las pinturas los representaron así porque les gustaba juntar a los herbívoros o acaso en la estepa las manadas de unas u otras especies se mezclaban como sucede hoy en el Serengeti africano?

Reno. Cueva de Chauvet

Ciervos. Dos especies de ciervos aparecen en las pinturas de Chauvet. Uno de ellos es el familiar ciervo rojo (Cervus elaphus), mientras que el otro es el famoso ciervo gigante o megaceros (Megaloceros giganteus), que curiosamente no se identifica por su prodigiosa cornamenta, puesto que los ejemplares representados carecen de ella, sino que se han identificado por la estructura maciza de su cuerpo y su joroba, que nos recuerda al gigantesco eland africano (Taurotragus oryx). Esto nos refuerza la idea de que el megaceros fue un animal de espacios abiertos y no de bosque.

Ciervos rojos. Cueva de Chauvet


Megaceros. Cueva de Chauvet

Buey almizclero (Ovibos moschatus). Tal vez junto con el leopardo, las tres representaciones de buey almizclero que hay en Chauvet sean lo más notable por lo inusual. El buey almizclero siguió un camino similar al del reno cuando se retiraron los hielos, y por eso esta gigantesca "cabra" salvaje es uno de los últimos supervivientes de la Megafauna, al refugiarse en las regiones árticas y prosperar allí al adaptarse a ese ecosistema.

Buey almizclero. Cueva de Chauvet

Curiosamente, también aparece un búho, animal nada habitual en el arte rupestre pero no se trata de una pintura sino de un bajorrelieve. Otros animales de la fauna de aquella región presentes (por fósiles) pero que no están representados en las pinturas de Chauvet son: los zorros rojo y ártico, el lagópodo alpino, el glotón, la marmota, el lemming de collar, el búho de las nieves, el urogallo y la chova piquigualda.

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