Plata o plomo. Los hipopótamos de Pablo Escobar

Querida hija:

Las especies exóticas introducidas por el ser humano en multitud de lugares de nuestro planeta son uno de los factores que provocan la crisis de biodiversidad que azota a nuestro planeta. Te lo conté hace muy poco refiriéndome a los caballos introducidos en Australia. Pero modernamente este tipo de fauna provoca otro tipo de males: la división y enfrentamiento de la sociedad humana en dos bandos irreconciliables: el bando racional de científicos y conservacionistas, y el bando irracional de los animalistas. Este conflicto se ha producido también en Colombia, desde donde algunos lectores míos me han pedido que escriba sobre el problema de los hipopótamos allí introducidos por mano humana. Sí, hija mía, no te sorprendas: hay hipopótamos en Colombia. Y se les acaba el poco tiempo que tienen de atajar un importante problema que se les viene encima.

Hipopótamos en el Magdalena, cerca de Doradal. Foto: Juancho Torres

El origen del desaguisado.

Pablo Escobar era colombiano y uno de los hombres más fabulosamente ricos del mundo. Pero amasó su fortuna en el mundo del crimen, cuando fundó y dirigió una de las más temibles organizaciones criminales del mundo: el Cártel de Medellín, que llegó casi a monopolizar el tráfico ilegal de cocaína. Recuerdo cuando yo era adolescente cuando salían en las noticias de la tele los terribles atentados con coche bomba que día sí y día también ponía Escobar en Colombia con el fin de aterrorizar y poner de rodillas a toda una nación.

Pues bien, este sujeto no sabía ya qué hacer con tanto dinero y, como una forma de ostentación de su dinero y su poder (lo hago porque quiero y porque puedo) se le ocurrió hacer un zoológico privado en las dos mil hectáreas de su Hacienda Nápoles, situada cerca del Río Magdalena, en el Departamento de Antioquia, más o menos en el centro de Colombia. Allí llevó jirafas, elefantes, rinocerontes, cebras, delfines rosados y, en 1981, un hipopótamo macho y tres hembras. Los trajo de algún zoológico de los EEUU en un avión Hércules y, al igual que hizo con los otros animales de su zoo particular, los introdujo ilegalmente sobornando a los aduaneros, que miraban para otro lado y le ahorraban el papeleo.

Entrada a la Hacienda Nápoles, antigua propiedad de Pablo Escobar

Mientras vivió Escobar, todos los animales estaban vigilados y cuidados en su hacienda, pero la cosa cambió cuando una nación que había recuperado su dignidad y su autoestima le vino encima con todo el peso de la Ley y fue localizado por las Fuerzas de Seguridad y abatido al intentar escapar de ellas el 2 de diciembre de 1993.

La Hacienda Nápoles quedó abandonada y saqueada, algunos de los animales del zoo fueron cazados pero de la mayoría se hizo cargo el Estado colombiano, distribuyéndolos en varios zoológicos. Excepto los hipopótamos, que debido a su enorme tamaño y su número era costoso y complicado transportarlos y se quedaron en la Hacienda Nápoles hasta su conversión en Parque Temático en 2006. Pero para entonces algunos ejemplares ya se habían escapado y encontraron un verdadero edén en el cercano curso del Magdalena y sus ciénagas cercanas. Lentamente se fueron multiplicando y se iban conociendo testimonios sobre los enormes paquidermos que de cuando en cuando se veían en sus aguas.

Llegados a este punto es mejor hacer una pausa en el relato para que puedas repasar algunos conceptos básicos sobre los hipopótamos. Estos enormes animales (que pueden pesar hasta 1.500 kg) son Artiodáctilos de la familia Hipopotamidae. Actualmente hay dos especies: el hipopótamo común (Hippopotamus amphibius), que es el grande, que vive en cursos de agua en África subsahariana en áreas donde no hay un bosque cerrado, y el hipopótamo pigmeo (Choeropsis liberiensis), mucho más pequeño, que vive en las profundidades del bosque tropical de África occidental. El hipopótamo que Escobar introdujo en Colombia era el común, el grande.

Hipopótamo deambulando por la Hacienda Nápoles. Foto: Sinikka Tarvainen

El hipopótamo es famoso por su estilo de vida anfibio. De día permanece sumergido o semisumergido en ríos, lagos y pantanos en grupos de hasta 100 individuos, liderados por un macho dominante. En el agua el hipopótamo es agresivamente territorial y el curso de agua se reparte entre los distintos grupos con sus respectivos líderes. El hipopótamo no nada sino que camina por el fondo del agua ya que no flota bien, y claramente está en el camino evolutivo de convertirse en un mamífero acuático.

Por el crepúsculo y la noche los hipopótamos salen del agua para pastar en tierra. Pasan 4-5 horas pastando hierba y frutos caídos, a razón de 40-50 kg diarios de hierba. Durante sus excursiones nocturnas, cada hipopótamo recorre entre 3 y 5 km, y en tierra no se muestran territoriales.

Volvamos a Colombia. Durante años nadie hizo nada hasta que los hipopótamos empezaron a llamar la atención: se les veía cada vez más retozando en el Magdalena y comiendo por los campos de los alrededores, e incluso empezó a haber incidentes con humanos (de los que te hablaré más adelante). Hasta que al final el problema fue escalando a los medios de comunicación y a las instancias gubernamentales, científicas y ecologistas. Hoy día se calcula que hay unos 133 ejemplares en completa libertad en el Magdalena Medio a partir de más o menos Puerto Triunfo, y otros 35 que permanecen aún en la Hacienda Nápoles, donde hoy día están controlados.

Mapa de distribución originaria del hipopótamo común (pasada y presente)

¿Son muchos o pocos hipopótamos? Pues depende. Tras haberme documentado al respecto yo diría que aún son relativamente pocos para causar daños ecológicos, pero el problema no es ése. El problema es que al ser una especie exótica en Colombia, aquí no encuentran los factores que en África limitan sus poblaciones. A pesar de que el hipopótamo es un "estratega de la K", es decir, larga gestación, pocas crías por parto y largo periodo de cría, al no tener ningún factor limitante los hipopótamos tienen un ritmo de crecimiento poblacional constante. Se estima que para 2050 podría haber entre 500 y 800 hipopótamos, o incluso miles según otros cálculos. Y a medio plazo sí que va a haber graves problemas si no se ataja de algún modo. La tendencia de los hipopótamos es a extenderse curso abajo del Magdalena, en dirección al Caribe.

Para que lo entiendas bien, en África hay tres factores que limitan la población de los hipopótamos. En primer lugar una estación seca marcada por una pronunciada sequía. En segundo lugar, si bien a los adultos no hay quien los tosa, las crías de hipopótamo son depredadas por cocodrilos y leones. Y en tercer lugar, la presión humana ha echado o eliminado a los hipopótamos de grandes áreas de su hábitat. De hecho, la distribución de la especie en África ha sufrido una enorme contracción en las últimas décadas y la IUCN ha clasificado la especie como "Vulnerable".

Área ocupada actualmente por los hipopótamos en Colombia. Fuente: El Heraldo

¿Qué sucede, en cambio, en Colombia? pues que el Magdalena es como un paraíso perfecto para ellos. No hay allí una estación seca comparable a la que sufren en la sabana africana, no tienen depredadores naturales ya que ni caimanes ni jaguares están interesados en comerse una especie que no conocen. Al menos, de momento. Y la presión humana no es importante para ellos ya que el Magdalena medio es una región ya antropizada, con muchos núcleos habitados y zonas de cultivo. Así que los hipopótamos se dedican a comer, dormir y hacer hipopotamitos. ¿Qué puede salir mal?

Problemas que causarán los hipopótamos en Colombia

Como te he explicado antes, si bien a día de hoy el número de hipopótamos en el Magdalena no es tan grande como para ser un problema como tal, sí lo va a ser en un futuro cercano y, en ese sentido, los científicos ecólogos han hecho sus deberes, estudiando los riesgos a que se enfrenta la zona y haciendo las correspondientes recomendaciones y predicciones. Estos son los problemas asociados a la presencia de esta especie exótica:

Pastoreo incontrolado. El hipopótamo es un megaherbívoro que es capaz de crear praderas de pastoreo donde antes no las había. Ya se han empezado a detectar, además, conflictos con agricultores a quienes les saquean sus campos cuando salen a forrajear de noche. Básicamente lo que hacen y seguirán haciendo es alterar los patrones de cobertura vegetal en una zona donde no hay megaherbívoros desde hace 10.000 años, y eso va a afectar a multitud de especies animales que dependen de los microhábitats que ofrece esa cobertura vegetal existente.

Transformación de dinámicas hídricas. En África, los hipopótamos están considerados como ingenieros de ecosistemas por su capacidad de transformar su hábitat. Son capaces de abrir caminos y canales de comunicación entre cursos de agua y ciénagas cercanas, poniendo en comunicación cuerpos de agua que antes estaban aislados, alterando dinámicas hídricas y potencialmente ayudando a distribuir especies de peces e invertebrados acuáticos adonde antes no estaban. En África esto no es un problema ya que los ecosistemas hídricos han evolucionado con la actividad de los hipopótamos pero en Colombia esto supondrá cambios no deseados.

Hipopótamos en el Magdalena Medio. Foto: Germán Jiménez

Nitrificación del medio acuático. Una vez los hipopótamos han pasado la noche pastando y vuelven a las aguas, allí defecan. Un adulto puede transportar al río hasta 750 kg anuales de masa seca de carbono y nutrientes a las aguas. Multiplica esta cantidad por una buena población de hipopótamos y tendrás una idea de la magnitud. En África esto es beneficioso ya que los ríos de la sabana seca son mucho más pobres en nutrientes y biodiversidad que los ríos tropicales colombianos, y además ayudan a regenerar los ríos tras la dura sequía anual. Pero en un río rico en nutrientes como el Magdalena, los excrementos del hipopótamo lo que harán será provocar una eutrofización: exceso de nutrientes que estimularán la proliferación de algas y, en última instancia la anoxia, que matará de asfixia a todo bicho viviente en los sectores afectados.

Competencia con especies nativas. En el Magdalena preocupa mucho el futuro del manatí caribeño (Trichechus manatus), que penetra por todo el curso bajo del río hasta el área que los hipopótamos están colonizando. Su comportamiento agresivo y las transformaciones hídricas que te he reseñado antes serán perjudiciales para el manatí, que se verá obligado a replegarse hacia el Caribe a medida que los hipopótamos sigan bajando curso abajo.

Conflicto con los seres humanos. El hipopótamo está considerado como uno de los animales más peligrosos del mundo, y son responsables en África de la muerte de cientos de personas cuando atacan embarcaciones en ríos y lagos movidos por su territorialidad agresiva. Afortunadamente en Colombia aún no ha muerto nadie pero ya se han reportado tres importantes casos de conflicto: un hombre fue atacado por una hembra cuando presumiblemente se acercó demasiado a su cría (quién sabe con qué intenciones), un pescador fue atacado en su barca por un hipopótamo afortunadamente sin consecuencias, y también un agricultor de 44 años que fue embestido por un hipopótamo. Es cuestión de tiempo que acabe habiendo una desgracia humana, y esto sin duda va a acelerar la toma de decisiones.

Por otro lado, los pescadores artesanales de la zona van a ver dificultada su actividad pesquera por la presencia de los hipopótamos, que pueden afectar a la pesca por la posible eutrofización de la que antes de hablé.

Los hipopótamos ejercen una enorme influencia ecológica en su entorno

Este es el panorama. Finalmente el año pasado el Gobierno colombiano incluyó al hipopótamo en el Catálogo Nacional de Especies Invasoras, lo que otorga al Gobierno una herramienta legal para tomar decisiones de erradicación o control de la especie, algo que hasta ese momento se había hecho de manera errática e improvisada, como cuando en 2009 se cazó y mató a un hipopótamo por orden de las autoridades regionales antioqueñas, un macho que alguien había bautizado con el nombre de "Pepe". El tema se gestionó muy mal y se difundieron unas desafortunadas imágenes del macho muerto que levantaron las protestas de los animalistas, esos sujetos que desde la comodidad de las ciudades creen que los animales grandes, preferiblemente mamíferos vertebrados, son todos muy cuquis y tiernos. Desataron tales protestas que finalmente un Tribunal prohibió la caza como método de control de los hipopótamos.

¿Qué hacer, entonces?

Como en todas partes, los animalistas protestan. No quieren que se toque a los hipopótamos. No entienden por qué hay que "controlar" a animales tan grandes, hermosos y nobles. Frente a los datos científicos recabados y difundidos por los ecólogos, los animalistas oponen sentimientos. No les importa nada de lo que han estudiado los ecólogos. No les importa nada los peces o los manatíes que serán afectados. Sólo les importa que son animales simpáticos (o al menos a ellos les caen simpáticos) y como son simpáticos pues no se les puede hacer nada. Siempre el animal "simpático" exótico está por encima del animal autóctono que ni siquiera conocen.

Puede parecerte lógico que muchas personas vean con simpatía a muchos animales. Pero debes entender que la distribución de los animales en nuestro planeta obedece a una compleja madeja de relaciones biogeográficas y evolutivas que hace que cada fauna local sea única e irrepetible. En otras palabras, hay una razón por la que los hipopótamos viven en África y no en América. Y si coges una especie y la introduces donde nunca vivió antes, los primeros damnificados son la fauna y la flora locales, que nunca, nunca, despierta las simpatías animalistas.

Animalistas protestando contra el control de hipopótamos. Foto: Efe

El problema de los animalistas es que sus ideas no son sinceras ya que su "amor" a los animales es selectivo. Cuanto más cercano es el trato del humano hacia el animal, tanto mayor es el "amor" que el animalista le profesa. Así, el animalista ama más al animal doméstico que al salvaje, y entre los salvajes ama más a los animales grandes, cuquis y más cercanos evolutivamente al humano. Conforme "descendemos" en la escala evolutiva, el animalista acaba por ignorar a las especies animales que se alejan evolutivamente del ser humano.

Un buen ejemplo lo tienes en otra especie exótica introducida en Colombia: el pez león (Pterois antennata), que recientemente ha colonizado el Caribe colombiano tras haber sido soltado consciente o accidentalmente desde acuarios en Florida, EEUU. No es momento de explicarte aquí los problemas que este pez originario del Indopacífico está creando entre la fauna íctica caribeña. Lo que quiero resaltarte es que el Gobierno colombiano ha tomado medidas para erradicarlo, y ningún animalista ha protestado por ello ni se han manifestado en las calles para que se proteja. Porque, al parecer, sólo los animales domésticos y los vertebrados salvajes que les caen bien son merecedores de su "atención" y su "amor". Un simple pez no lo merece, por lo visto.

Por tanto, y dado que los "sentimientos" que afirman manifestar los animalistas no son sinceros, olvidémoslos y centrémonos en el problema que tienen los colombianos.

Cierto es que no sólo los animalistas afirman defender a los hipopótamos. Los habitantes de la región (especialmente en Doradal y Puerto Triunfo) han acabado por ver a los hipopótamos como un rasgo distintivo de su región, que los individualiza y les da fama y, sobre todo, publicidad y visitas turísticas. Aunque como te dije antes es muy posible que esta percepción cambie en el momento en que algún paisano muera o quede gravemente herido en el ataque de algún hipopótamo. Y no lo quiera Dios.

La esterilización de los hipopótamos es costosa y técnicamente muy compleja. Foto: El Tiempo

El problema es que capturar hipopótamos no es lo mismo que capturar zorros. Son animales grandes y agresivos. Cuesta mucho dinero poner en marcha una política de búsqueda, captura y reubicación de estos animales. No se pueden devolver a África ya que es una población con muy baja diversidad genética (al descender de sólo un macho y tres hembras) y posiblemente afectados por parásitos neotropicales que son desconocidos en África. Los hipopótamos colombianos causarían estragos entre los africanos. Se está barajando entregarlos a zoológicos y centros de fauna en otros países, pero está en el aire quién pagaría la carísima operación.

Por el momento se está llevando a cabo una política de esterilización de individuos. Pero una vez más es muy cara: cuesta 30 millones de pesos colombianos (unos 5.000 dólares) por animal, y como hay que suministrar varias dosis a cada individuo, es complicadísimo volver a localizar a cada animal para irle administrando las sucesivas dosis. Por éstas y por otras razones esta política está siendo insuficiente y no está funcionando como se espera.

Por tanto, si no se pueden cazar (que, al final, sería la "solución" más rápida y barata), ni esterilizar ni transportar a otros sitios al final sólo queda convivir con ellos. Pero no a cualquier precio. Es indudable que algún dinero hay que invertir en ello, pero la solución menos cara podría ser intentar capturarlos pero juntarlos en algún recinto vigilado y protegido donde puedan vivir bajo control poblacional selectivo. Algunos ya viven en la Hacienda Nápoles, que es hoy una atracción visitable pero para el resto habría que habilitar algún tipo de reserva natural exclusiva para ellos en las proximidades.

Señal advirtiendo de la presencia peligrosa de hipopótamos.

Lo que no se puede hacer es quedarse parados de brazos y aplicar soluciones a medias. Porque estos hipopótamos son una bomba de tiempo que va a estallarle al país en pocas décadas. Una vez más nos encontramos con una curiosa paradoja: el ser humano es fantástico exterminando animales silvestres, pero impotente para hacer lo mismo con esos mismos animales cuando los ha introducido en otros lugares donde son exóticos. Trágico.

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