Teratornítidas: las gigantescas "aves maravilla"

Querida hija:

Con sus tres metros de envergadura alar, el buitre negro o el cóndor de los Andes son aves verdaderamente imponentes, y más cuanto más de cerca puedes observarlas. ¿Cómo se te quedaría el cuerpo si te digo que en el pasado hubo en América buitres con envergaduras alares de 5 y de 8 metros? Sí, exacto, como pequeños aeroplanos. Esas aves fueron las teratornítidas, que en griego significan "aves maravilla". Y maravilloso debió ser verlas planeando en el aire sin mover ni una pluma buscando presas sobre las infinitas pampas y sabanas de la América del Terciario y el Cuaternario. Hoy quiero que las conozcas y, una vez más, te asombres ante las maravillas del Reino Animal.

Teratornis merriami tratando de carroñear un mamut en los pozos de alquitrán del Rancho La Brea. Dibujo: Peter Schouten


Las Teratornítidas

¿Recuerdas cuando te hablé del Rancho La Brea?, un pantano de pozos de alquitrán que hoy se encuentra en pleno centro de la ciudad de Los Ángeles. En dichos pozos quedaron atrapados cientos de animales durante el Pleistoceno: mamuts, tigres dientes de sable, leones americanos, perezosos gigantes, etc. Pero también se encontraron restos de buitres, de muchos buitres. Indudablemente éstos venían atraídos por los animales que agonizaban presos en su pegajosa trampa o que acababan de morir en ella, y acudían para devorar su carne o sus huesos, quedando también indefectiblemente atrapados en dicha trampa.

Fue en el año 1909 cuando el paleontólogo americano Loye Holmes Miller (1874 - 1970) , a la sazón profesor de zoología en la Universidad de California, trabajaba en el Rancho La Brea. En una de sus campañas de investigación encontró restos de una nueva ave, que describió formalmente como Teratornis merriami, en honor de su colega John C. Merriam. A partir del estudio de esta nueva especie describió además una familia propia para ella: Teratornithidae, que se cree que está relacionada con la familia Cathartidae, que engloba a los buitres del Nuevo Mundo y donde están los cóndores, los gallinazos y los zopilotes.

Reconstrucción de varias teratornítidas y comparación de su tamaño con el del hombre. Dibujo: artbyjrc


Al igual que los catártidos, no se sabe bien si los teratornítidos cuelgan del Orden Accipitriformes o si están relacionados con las Ciconiformes u otro orden, aunque otros autores directamente consideran un Orden propio para ellos: Cathartiformes. Precisamente por su parentesco, suele representarse a las teratornítidas con un aspecto físico parecido al de los buitres americanos, y posiblemente al menos en parte su modo de vida fuera carroñero dado que los más de cien ejemplares de T. merriami que se encontraron en La Brea sugieren eso, que acudían al pozo de alquitrán para carroñear los animales que allí habían muerto. Pero luego se fueron descubriendo nuevas especies, que te las voy a relatar en el orden aproximado en que se describieron.

Teratornis merriami. Es la teratornítida mejor conocida no sólo porque fue la primera en describirse sino porque La Brea arrojó más de cien ejemplares que facilitaron su estudio anatómico. Se conoce del Pleistoceno del Oeste de los EEUU, fundamentalmente California, pero también se conoce un ejemplar al menos procedente de Florida. Estamos hablando ya de un animal imponente con un tamaño corporal de 75 cm y una envergadura alar de entre 3,5 y 3,8 metros, o sea que ya era un 20% más grande que el cóndor andino. Se extingue hace unos 10.000 años.

Teratornis merriami, por Charles Knight


Cathartornis gracilis. Descrito por Miller también en 1910 a partir de restos fósiles encontrados en La Brea. Al principio se creyó que era un catártido pero luego se incluyó entre las teratornítidas. Solo se conoce por dos tarsometatarsos descubiertos en aquél yacimiento y no se han vuelto a encontrar fósiles asignados oficialmente a esta especie por lo que es poco lo que se puede inferir de ella, aparte de que tal vez fuera algo más grácil que T. merriami.

Aiolornis incredibilis. Los restos fósiles de este ave fueron descubiertos en 1952 en la cueva Smith Creek en Baker, Nevada, e inicialmente asignados al género Teratornis. Este ave vivió en el Plioceno final del suroeste de los EEUU y con sus 23 kg de peso y una envergadura alar de entre 5 y 5,5 metros, se considera la mayor ave voladora que jamás habitó en los EEUU. Tras un estudio más detallado con los modernos medios técnicos, en 1999 se le asignó el nuevo género Aiolornis.

Argentavis magnificens. Hubo que esperar a 1980 para la descripción del tercer teratornítido, por Campbell y Tonni en la Formación Cerro Azul, en La Pampa (Argentina). Fue excepcional en todos los sentidos. En primer lugar por ser la primera teratornítida que se descubrió en América del Sur. En segundo lugar por ser la más antigua hasta ese momento ya que vivió en el Mioceno final (hace entre 5 y 8 millones de años), y en tercer lugar por su colosal tamaño. Con los restos fósiles que se han encontrado después (no demasiados tampoco) se infirió originariamente un peso de 80 kg (hoy se aceptan unos 70 kg), y una envergadura alar fuera de toda lógica para un ave voladora: entre 6 y 8 metros lo que la convierte en una de las mayores aves voladoras de todos los tiempos pero no la mayor como se cree comúnmente ya que Pelagornis sandersi, que forma parte de la familia Pelagornithidae de aves marinas del Oligoceno tenía una envergadura alar algo mayor.

Argentavis tratando de robarle la presa a un Thylacosmillus. Dibujo: Velizar Simeonovski


Teratornis woodburnensis. Se describe en 2002 a partir de restos encontrados en Woodburn, Oregón, y debió ser contemporáneo de T. merriami, con fechas para sus restos fósiles conocidos hace entre 12.000 y 11.000 años. Se estima una envergadura alar de 4 metros.

Taubatornis campbelli. Descrita también en ese mismo año de 2002, en la cuenca de Taubaté cerca de Sao Paulo, Brasil, se convirtió en la segunda teratornítida sudamericana conocida y la más antigua de toda la familia puesto que vivió hace unos 25 millones de años entre el Oligoceno final y el Mioceno inicial. También es la más pequeña de las especies de la familia, con un tamaño estimado más parecido al de los más "normales" buitres americanos como el cóndor de California, de ningún modo con dimensiones gigantes.

Oscaravis olsoni. El año 2002 fue pródigo en la descripción de nuevas teratornítidas. Ese año se describe en Cuba una nueva especie de teratornítida, que fue asignada originalmente a Teratornis olsoni. Sin embargo, una revisión posterior (2009) a la vista de nuevos fósiles encontrados, se puso en pie un nuevo género para esta especie, que hoy es aceptada como Oscaravis olsoni. Este ave se conoce de fósiles encontrados en las cuevas cubanas de Paredones, Sandoval, Insunza y Cuevas Blancas (todas en la provincia de La Habana) y en Las Breas de San Felipe en la provincia de Matanzas (éstas datadas hace entre 40.000 y 22.000 años). Se trata de la única teratornítida insular conocida, y se cree endémica de Cuba. Oscaravis formaría parte de la fauna pleistocena caribeña originada en el continente y que luego evolucionaría en aislamiento insular.

Reconstrucción de Oscaravis olsoni


Para terminar, he de hacerte referencia a otros dos fósiles de teratornítidas que no han sido formalmente descritos aún. El primero data de 1976 y se descubrió en La Carolina, Ecuador, inicialmente asignado a la familia Cathartidae y con el tamaño aproximado de un cóndor andino, pero estudios posteriores lo relacionan con el género Teratornis, pero mientras no se haga la descripción formal de esta especie debe ser manejada de forma provisional. 

El segundo es más jugoso y muy reciente, ya que data de hallazgos de Argentina Central (acantilados al norte del Río Salado) en 2021, y constituye lo que inequívocamente es el primer teratornítido sudamericano conocido del Pleistoceno (recuerda que Argentavis y Taubatornis) son del Oligoceno - Plioceno). Concretamente la formación donde se encontró el espécimen está datado hace entre 35.000 y 9.000 años. El espécimen en sí se recolectó entre 1934 y 1946 pero sólo ahora ha sido estudiado a la vista de hallazgos complementarios que se cree son de la misma especie, aún por describir de forma oficial.

Algunas consideraciones zoogeográficas

Antes del hallazgo de estas inesperadas teratornítidas sudamericanas del Pleistoceno, el esquema era el siguiente: en Sudamérica se encontraban los taxones más antiguos, del Oligoceno y Mioceno de Argentina y Brasil, aparentemente extinguidas luego y en América del Norte (fundamentalmente en el oeste de los EEUU) se conocían los taxones más modernos, del Plio-Pleistoceno. Por tanto, parece lógico suponer que el origen de las teratornítidas se encuentra en América del Sur, y que se extendieron al Norte del continente coincidiendo con el Gran Intercambio Americano.

Pero podrías objetar que por qué tuvieron que esperar las teratornítidas a extenderse hacia el Norte a que surgiera el Istmo de Panamá, ya que en teoría estas aves podrían atravesar sin aparentes problemas la extensión de mar que separaba ambos continentes. Te responderé a esta cuestión más adelante, cuando estudiemos más detalladamente el vuelo de estas gigantescas aves.

Localización y tamaño de Argentavis


Sin embargo, la teratornítida cubana, Oscaravis, nos muestra que al menos sí pudieron cruzar brazos de mar de una cierta extensión. Lo cierto es que la única ocurrencia de Teratornis fuera del oeste de los EEUU se encuentra en Florida. Podríamos pensar que Oscaravis desciende de un antiguo ancestro común con Teratornis, que alcanzó Cuba desde el cercanísimo territorio continental norteamericano, pero el estudio de los huesos de Oscaravis arroja que éste (al igual que Argentavis) constituye un tipo más antiguo, resto de un antiguo linaje más "pelecaniforme" y menos "vulturiforme", al que pertenece Teratornis, más "moderno" y "evolucionado". Desconocemos de dónde procedía este antiguo linaje teratornítido, del que no tenemos fósiles: si de América del Norte o del Sur. 

También ignoramos si evolucionó en Cuba o si llegó allí ya definido como especie, desapareciendo en el continente. Incluso tal vez los teratornítidos colonizaron América del Norte antes de que surgiera el Istmo, después de todo. Pero no deja de ser significativo el hecho de que no se hayan encontrado en Norteamérica fósiles de teratornítidas antes de que surgiera, en efecto, el Istmo. Casualidades, las justas.

Pero, como te dije antes, los sorprendentes hallazgos de teratornítidos sudamericanos del Pleistoceno (muy posiblemente del género Teratornis) complica la historia del grupo, ya que sugiere dos posibilidades hoy día imposibles de verificar. Por un lado, podrían tratarse de restos sudamericanos de un antiguo linaje que luego emigró a Norteamérica dando origen allí a nuevas especies vicariantes. Por otro lado, podrían ser el fruto de una re-colonización del continente sudamericano desde Norteamérica, algo que sería muy notable desde luego.

Fósiles de la primera teratornítida pleistocena encontrada en Sudamérica (Argentina)


El otro gran misterio que ofrece la historia de las teratornítidas es la ausencia de fósiles de este grupo en toda la extensión del norte de Sudamérica (con la salvedad del fósil ecuatoriano, que está cogido con alfileres), que sería lugar de paso hacia Norteamérica. Sabemos que el registro fósil es siempre imperfecto: tal vez estén allí pero aún no hemos dado con ellos. Pero también puede suceder que las condiciones ecológicas de la región durante el Pleistoceno no fueran favorables para ellas. Sin embargo la sabana que cubría entonces la zona no pareció ser ninguna barrera para el intercambio y expansión de otras especies a través de ella. Durante las glaciaciones existió un corredor de sabana seca que comunicaba la costa pacífica del norte de Sudamérica, lo que favoreció la colonización de Sudamérica por parte de aves que venían del norte, como parece que sucedió por ejemplo con algunas especies de Ictéridos.

Probablemente la causa de esta ausencia se deba a la existencia de condicionantes paleoecológicos y paleoclimáticos que aún no comprendemos bien.

¿Cómo vivían?

Para entender el modo de vida de estas enormes aves, tienes que entender fundamentalmente dos cosas: su alimentación y su forma de vuelo. 

En cuanto a su alimentación, siempre se ha asumido que las teratornítidas eran enormes buitres carroñeros, una visión influida por su parentesco con los actuales buitres americanos y por el enorme número de fósiles de Teratornis que, como te dije, se encontró en La Brea y que quedaron atrapados allí cuando indudablemente iban a carroñear animales allí atrapados y muertos. Pero un examen más atento de la morfología de su cráneo arroja otras conclusiones.

Tamaño de Argentavis en comparación con un ser humano


El pico de las teratornítidas es más parecido al de las águilas que al de los buitres. La forma del "rostrum" maxilar y su capacidad de abrir las mandíbulas proximalmente, como evidencia el plano de rotación de sus huesos cuadrados, nos sugiere que estas aves estaban adaptadas a tragar sus presas enteras, lo que las convierte en rapaces depredadoras. Se ha deducido que para T. merriami sus presas serían animales como ranas, lagartos, polluelos o volantones de otras aves y roedores, mientras que para el gigantesco Argentavis se trataría de presas del tamaño de conejos o liebres. 

Esta visión se completa con el estudio de pelvis y patas, lo que arroja la conclusión de que las teratornítidas se desenvolvían bien caminando sobre el suelo, y podemos imaginárnoslas prospectando el terreno en busca de este tipo de presas. Ahora bien, al igual que sucede con muchas especies de águilas, en las que el carroñeo oportunista aparece, no es de extrañar que las teratornítidas también aprovecharan carroñas allá donde se les presentara la ocasión, como sucedió en el Rancho La Brea.

Comprender el vuelo de las teratornítidas ha proporcionado más quebraderos de cabeza ya que la enorme envergadura alcanzada por varias especies, y especialmente Argentavis, ha hecho pensar a los especialistas que estas aves se encuentran en el límite mismo de la posibilidad de volar, dada la combinación entre masa corporal y carga alar.

Se asume que las teratornítidas volaban planeando al estilo de los cóndores andinos ya que su enorme tamaño imposibilitaba el vuelo batido. Ahora bien, ¿cómo podían despegar sus enormes cuerpos e iniciar la sustentación alar?. Las rapaces actuales usan dos estrategias diferentes: o bien aprovechan las corrientes ascendentes térmicas o bien se "arrojan" desde elevadas alturas para que la sustentación aerodinámica haga su aparición y efecto inmediato. Por su parte, las aves marinas como los albatros lo que hacen es "surfear" las corrientes de aire que soplan continuamente sobre la superficie del océano ¿Cuál de ellas seguían las teratornítidas?

Argentavis tratando de robar una presa. Dibujo: Velizar Simeonovski


El caso más problemático es Argentavis ya que los cuatro lugares donde se han encontrado sus restos corresponden a las pampas argentinas, un lugar donde no hay montañas como tales. Parece imposible que esta enorme ave pudiera siquiera elevarse a más de un metro del suelo. Lo que han deducido los científicos es que Argentavis usaba los vientos de oeste que barrían la Pampa cuando, en el Mioceno, los Andes aún no habían crecido lo suficiente como para bloquearlos. Si bien en las Pampas no hay montañas como tales, sí hay colinas y elevaciones del terreno lo suficientemente adecuadas como para que Argentavis se subiera a ellas, extendiera las alas y se arrojara ladera abajo al estilo "parapente" para  que los vientos dominantes la hicieran sustentarse. No se puede descartar que, una vez en el aire, Argentavis también "cazara" las corrientes térmicas "surfeando" de una a la siguiente.

En el caso de las teratornítidas norteamericanas, les era fácil usar las montañas que sí existen en la región para usarlas como trampolín e impulsarse al igual que hacen hoy los cóndores o los buitres del Viejo Mundo. Ahora comprenderás por qué el vuelo de las teratornítidas, muy dependiente de características del terreno, no era adecuado para atravesar extensiones de mar libre demasiado grandes. Y también nos ofrece al menos una explicación para la extinción de Argentavis: una vez completado el crecimiento de los Andes y bloqueados los vientos dominantes que le ayudaban a volar, su suerte estaría echada.

Cráneo de Teratornis merriami


Para esta enorme ave se ha deducido que debía patrullar desde el aire territorios enormes de 542 km2, planeando a unos 120 metros de altura y que un adulto podía recorrer 2.100 km en busca de presas, volando 12 horas al día a una velocidad de unos 68 km/h. Para sostener este exigente medio de vida, Argentavis debía ingerir entre 5 y 10 kg de carne diariamente, y que se reproducía a razón de uno o dos huevos cada dos años, huevos con un peso de 1 kg y con largos periodos de incubación y cría (el plumaje definitivo podría adquirirlo hacia los 12 años de edad). Un elevado coste metabólico y una baja densidad de población.

En el caso del resto de teratornítidas, su extinción podría estar relacionada con la extinción de la Megafauna, que si bien no era la presa principal de estas aves como has visto, sí proporcionaba muchas oportunidades de carroñeo que, a la postre, completaba bien su dieta.

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