El cazador cazado (y comido). Las 3 peores matanzas de humanos por animales

Querida hija: 

El ser humano es el mayor y más letal depredador de nuestro planeta. Pero no cumple con el papel que desempeñan los depredadores, que es controlar la población de las presas y mejorarlas genéticamente al apartar a los individuos más débiles, inadaptados o enfermos. No. El humano destruye y extermina, y además lo hace eliminando a los mejores, adaptados y sanos. 

Por eso llama la atención cuando el depredador es depredado, el cazador cazado, el devorador devorado. Sí, el ser humano también sirve como comida a otros depredadores aunque no sucede demasiadas veces. A lo largo de la Historia (y también en la actualidad), osos, leones, tigres, leopardos, cocodrilos, tiburones y un largo etcétera de depredadores han capturado, matado y devorado seres humanos. Eso no es noticia en sí mismo. Lo que sí es noticia son las situaciones en las que un depredador, o conjunto de depredadores, han matado a muchos humanos. Incluso cientos de humanos. 

Los leones del Tsavo se llevaron toda la fama, pero hubo casos peores de ataques a humanos

En este mismo blog te he hablado de dos de esos casos. La Bestia de Gévaudan mató a muchos campesinos de la región homónima de Francia entre 1764 y 1767. En 1898, por su parte, los leones de Tsavo hicieron presa en los trabajadores del Ferrocarril de Kenya, hecho memorable que pasó a ser inmortalizado en el cine. Si bien el número de víctimas se ha exagerado bastante, obviando la cifra de muertos que dio el protagonista de la historia, John H. Patterson, en su libro. Te remito a dichos posts para refrescar los datos. 

Pero otros tres casos fueron más graves en cuanto a víctimas, y hoy voy a hablar de ellos aunque no se les haya dado tanta publicidad como a los dos anteriores. Se puede decir de ellos que son las mayores matanzas que los animales han cometido en humanos. Desde el dolor y el respeto hacia las víctimas, pero situándolas en su contexto, voy a hablarte de ellos, por orden cronológico. 

Los leones de Njombe. Carne trémula. 

En el año 1932 el territorio de Tanganyika estaba bajo gobierno británico. Treinta años después obtendría la independencia y, tras su unión con el protectorado también británico de Zanzíbar, la nueva nación recibiría el nombre de Tanzania, que conserva hasta nuestros días. Durante los cuarenta años anteriores, los colonos británicos se habían establecido en gran número en las altas tierras de África oriental debido a la benignidad de su clima, y habían importado ganado vacuno de origen europeo para fundar una industria ganadera. 

Ese ganado vacuno trajo a África una enfermedad desconocida allí: la fiebre aftosa. Pronto se contagió a las indefensas vacas nativas y, de allí, a los ungulados silvestres como los antílopes. En el distrito meridional de Njombe, una tierra de altiplanos, sabanas, montes y matorrales espinosos, las autoridades británicas tomaron la decisión de sacrificar grandes cantidades de ungulados silvestres para atajar la propagación de la plaga. De este modo, los principales depredadores de la zona empezaron a sufrir escasez de presas. 

Mapa que muestra la situación del distrito de Njombe

Se piensa que este fue el escenario en el cual una leona, acuciada por el hambre, decidió un mal día atacar a un nativo que despreocupadamente se hallaba aislado fuera de su poblado. Una vez devorado, aquella leona encontró su carne sabrosa y dulce. Y la compartió con su prole. A esta primera víctima le siguió una segunda. Y el gusto por la carne humana se extendió a toda la manada que señoreaba el distrito. Con el tiempo estos leones dejaron de consumir por completo ganado doméstico y ungulados silvestres y pasaron a alimentarse exclusivamente de carne humana. 

Pasaron los años. Los ataques continuaban. Poco a poco los nativos Bena del distrito empezaron a quedarse encerrados en sus poblados, cada vez más atemorizados. En Europa corrían vientos de guerra y las autoridades coloniales británicas estaban demasiado preocupadas haciendo preparativos para la más que probable guerra contra las vecinas colonias italianas de Somalia y Etiopía como para prestar atención a los problemas que los nativos de un remoto distrito tenían con la fauna local. 

Los leones se hicieron temerarios y audaces. Solían elegir un poblado y esperaban a observar a algún incauto que se encontrase fuera de su cabaña. Entonces lo capturaban y arrastraban fuera del poblado donde era devorado. Si esto fallaba, encontraron una aterradora forma de procurarse carne fresca: los leones se subían a los frágiles tejados de paja de las cabañas y empezaban a escarbar con sus grandes zarpas hasta que el techo cedía y el león caía en medio de la atemorizada familia. Entonces daba comienzo la escabechina. Una y otra vez. Y otra. 

Pasaron quince años. Y el distrito de Njombe estaba sumido en la depresión y el abandono. No hay registros oficiales del número de víctimas que estos leones provocaron, pero echando cuentas…quince años, a dos/tres ataques por semana…los especialistas han estimado unas 1.500 víctimas humanas. 

Año 1947. La guerra ha terminado y las autoridades británicas por fin quieren prestar atención a los problemas locales. El máximo responsable de la Naturaleza de Tanganyika, el capitán Monty Moore, nombra un Guardabosques Mayor para el distrito de Njombe: George Gilman Rushby (1900 – 1968), quien establece su base en Moshi. El trabajo de un guardabosques es duro: debe controlar y prevenir las plagas de langostas, vigilar la población de elefantes para que no destrocen los cultivos, inspeccionar las vallas delimitadoras de propiedades para que cumplan con la Ley…y Rushby recibe instrucciones complementarias de su jefe, con flema británica: 

-Ah, Rushby, una cosa más. Mire ese desagradable asunto de los leones. Al parecer, han causado algún revuelo en el distrito. 

-Veré qué puedo hacer, capitán. 

George Rushby, el cazador que abatió a los leones de Njombe

Una vez Rushby ha tomado posesión de su cargo, empiezan a lloverle las quejas. Recientemente los leones han devorado a 17 trabajadores que construían una carretera local. El contratista se queja de que los trabajadores restantes han huido, dejándole con la obra al aire. Finalmente decide visitar el distrito y tomar cartas en el asunto. Le llegan los rumores de que los leones están controlados por un mganga, o hechicero, que está enfadado porque los británicos le despidieron de un trabajo que desempeñaba para ellos. 

Mal asunto. Tratándose de africanos, si la magia negra está mezclada en el asunto la solución no será fácil. Rushby decide rodearse de un equipo de colaboradores que siembran el distrito de trampas que consisten en un recinto cerrado, con un cebo dentro. Si los leones entran en la trampa, activarán una escopeta que apunta a su interior. Bang. Fin. 

Pero las trampas no funcionaron. Rushby recorre el oprimido distrito, habla con los nativos y aprende cómo actúan los leones. Decide emplear el sistema que Patterson usó con los leones del Tsavo: el uso de machan, o plataformas elevadas sobre árboles para disparar desde allí. Mas las noches del altiplano son frías y no es operativo. Instruye a su equipo para que estén atentos a los informes de ataques y acudan inmediatamente adonde se ha realizado el último ataque para perseguir a los leones. Esta técnica del gato y el ratón tampoco obtiene ningún éxito. En su tercer viaje al distrito, Rushby se entera de un ataque realizado en Mambeyo. Una niña de ocho años le cuenta cómo los leones entraron en su casa a través del techo y devoraron a sus padres. Ella se escondió y consiguió sobrevivir. Desgraciadamente la niña sería devorada más tarde en otro ataque. 

El león es un depredador peligroso al cual es mejor tener siempre respeto

Se puso inmediatamente a rastrear junto con un experto de su equipo, y localiza a un grupo de cuatro leones. Logra abatir a uno. Por fin demostró que no eran invencibles. Con su equipo de rastreadores peina el distrito y los otros tres leones del grupo caen uno a uno. El último de ellos con un poco de emoción, pues cargó contra él antes de recibir el segundo y definitivo disparo. Después de un corto permiso en Inglaterra las cosas no mejoraron. Su equipo logra localizar y rodear otro grupo de leones, pero empiezan a disparar sin ton ni son y dos personas mueren víctimas del fuego amigo. 

Rushby toma de nuevo las riendas y logra abatir otros dos leones. Y un nativo rastreador mata por su cuenta a otro más. Los nativos empiezan a perder el miedo y ganar confianza. Pero mientras el equipo de Rushby trataba de abatir la manada, los demás leones no perdían el tiempo y los ataques a otras aldeas se sucedían igualmente. Pero pacientemente, el equipo de cazadores y rastreadores va localizando, acorralando y abatiendo a los enemigos. 

Finalmente en Mayo de 1947 los ataques aflojaron lo suficiente como para suponer que el fin de la tarea estaba próximo. Con la localización de la pareja dominante, y su muerte, los ataques cesaron después de 15 años de terror. Para los amantes de la estadística: 15 leones, 15 años, 1.500 víctimas en un área de 15.000 millas cuadradas. Cosas del destino. 

Muerte en el pantano. Los cocodrilos de la isla de Ramri. 

Esta que te voy a contar ahora es una historia controvertida. No todo el mundo está convencido de que haya sucedido tal como se ha contado habitualmente, incluso de que haya sucedido alguna vez, creyéndola una leyenda urbana. Lo que voy a hacer es relatártela tal como supuestamente sucedieron los hechos, y luego vamos a discutirlos. La principal lección que quiero que extraigas de esta historia es precisamente ésa, que no puedes tomar sin más cualquier cosa que te digan. Tienes que usar tu cerebro, analizar y sacar tus propias conclusiones. 

A comienzos del año 1945 el Imperio Japonés vislumbra el principio del fin de su aventura bélica. Las legiones estadounidenses luchan ya en tierras japonesas: Iwo Jima y Okinawa. Pero hubo un frente secundario donde británicos y japoneses llevan enfrentándose desde 1942: Birmania (hoy Myanmar). Fueron tres años de infernal lucha en la jungla (no tan deforestada como hoy), sudor, calor, mosquitos y pantanos. Pacientemente los británicos fueron empujando a los japoneses de vuelta a sus bases. 

Situación de la Isla de Ramri

Dentro de estas operaciones, el 26 de enero de 1945 la 26º División India recibe la orden de atacar la isla de Ramri, situada junto a la costa birmana del Golfo de Bengala. La isla está defendida por una guarnición japonesa compuesta por unos 1.000 hombres del 2º Batallón del 121º Regimiento de Infantería de la 54 División, dirigido por el coronel Kanichi Nagazawa. El 1 de febrero las tropas británicas flanquean a las tropas japonesas y, ante el peligro de ser rodeadas y copadas, el coronel da la orden de retirada para unirse a otra unidad japonesa más grande situada en el continente. Los 900 defensores abandonan su base y se disponen a atravesar 16 kilómetros de zona pantanosa de manglar. Imagínate una tropa agotada, desmoralizada, comida por los mosquitos y debilitada por las enfermedades tratando de caminar con toda su impedimenta por el pesado légamo del pantano. El chapapote te agarra los pies y sólo con un esfuerzo sobrehumano puedes caminar un solo paso. La vulnerabilidad de estos desdichados era manifiesta. 

Las tropas japonesas tuvieron que huir a través de los pantanos de la isla

La resistencia de la Isla cesa el 17 de febrero y los británicos finalmente rodean a los japoneses que quedan atrapados en el pantano. Pero un tercer ejército con el que nadie contaba entra en acción: los cocodrilos que infestaban el pantano. Voy a ceder la palabra a la única persona a través de la cual esta historia se ha conocido y pasado a la posteridad, el naturalista británico Bruce Stanley Wright, que se encontraba entre las tropas británicas que sitiaban a los japoneses: 

Esa noche [19 de febrero de 1945] fue la más horrible que cualquiera de la dotación de la ML [lanchón de desembarco de la infantería de marina] haya visto nunca. Entre el esporádico sonido de los disparos podían oírse gritos de los hombres heridos, aplastados en las fauces de los enormes reptiles, y el vago, inquietante y alarmante sonido de los cocodrilos girando creaba una cacofonía infernal que rara vez se ha igualado en la Tierra. Al amanecer llegaron los buitres para limpiar lo que los cocodrilos habían dejado…del alrededor de 1.000 soldados japoneses que entraron en los pantanos de Ramri, sólo unos 20 fueron encontrados con vida”. 

(Del libro de Bruce Stanley Wright Sketches of Wildlife near and far, 1962) 

Según este testigo, los cocodrilos devoraron 980 soldados japoneses entre el 17 y el 22 de febrero de 1945. Desde luego, es una cifra difícil de digerir y de aceptar, sin más. Si bien Wright no dice exactamente eso, lo da a entender indirectamente. El principal crítico de este suceso fue Frank McLynn, quien en 2011 escribió The Burma Campaign: Disaster into Triumph 1942 – 1945. Razona McLynn que, para que los cocodrilos devorasen a tantos soldados japoneses debía haber un número inconcebiblemente alto de cocodrilos en un ecosistema, el manglar, que por sus propias características no rebosa de grandes vertebrados. Por su parte, la Historia Oficial británica sobre la campaña de Birmania no hace referencia alguna a tamaño suceso (aunque en realidad no tenía por qué reflejarlo). En el Volumen IV, The Reconquest of Burma, 1965, únicamente se dice: “pantanos y manglares infestados de cocodrilos”. 

El cocodrilo marino es el mayor reptil actualmente vivo

¿De qué cocodrilos estamos hablando? No de cocodrilos cualquiera. El cocodrilo marino Crocodylus porosus es el mayor reptil sobre la Tierra. Puede alcanzar entre los 6 y 7 metros y 1.500 kilos de peso, pero no es habitual que supere los 6 metros. Vive en las aguas saladas o salobres en toda la costa del Golfo de Bengala, Indochina, Indonesia, Nueva Guinea y Norte de Australia. Es el único cocodrilo que se adentra en agua salada y por eso se le llama también “cocodrilo de estuario” o “cocodrilo de agua salada”. 

Es un animal ciertamente peligroso y un enemigo formidable. Los ataques a humanos han sido continuos en toda su área de distribución. Como ejemplo te pongo aquí el enlace a un artículo de un periódico hablando sobre los ataques de los cocodrilos marinos en la Isla de Borneo, una “isla sitiada por los cocodrilos”, según reza el titular. 


Pero el hecho de que los cocodrilos marinos sean capaces de darse un buen festín de carne humana no quiere decir que lo hayan hecho. Ahora es cuando debemos analizar el caso y sacar nuestras conclusiones. Lo primero que debemos establecer es si el único testigo, Wright, es de fiar o no. 

En la Isla de Borneo siguen produciéndose ataques a humanos por parte de cocodrilos marinos

Bruce S. Wright nació en Quebec, Canadá, en 1912, y muere en Nueva Brunswick en 1975. Estudió Forestales en la Universidad de New Brunswick en 1936 y trabajó como biólogo en el Servicio Forestal del Dominio de Canadá. Después de la guerra ocupó diversos puestos burocráticos, ligándose al Departamento de Biología de la Universidad de Nueva Brunswick. Logró cierta popularidad escribiendo más de 100 títulos científicos y populares de divulgación. Por mi parte me parece que sí es un testigo de fiar. Además, su carácter de biólogo especialista le capacitaba para juzgar lo que intuyó (más que vio). 

Por su parte, su crítico Frank McLynn era un periodista, escritor e historiador. No sólo no estuvo allí sino que no es un especialista en la Naturaleza de la zona. De todos modos, la principal crítica que hizo estaba bien razonada. He encontrado en internet la referencia indirecta del testimonio de un veterano del contingente de Terranova de la Royal Navy que estuvo en dicho teatro de operaciones. Tras un naufragio en la costa birmana, relató que allí eran corrientes los ataques de los cocodrilos a los humanos. Por tanto, el humano era para ellos una presa conocida. 

¿Y qué dicen los japoneses?. Vaya por delante que no he encontrado ningún testimonio japonés referenciado. Sí he encontrado menciones sin referencia. La principal de ellas es que 500 soldados japoneses lograron escapar del pantano con ayuda de la población local. Otra mención sin referencia que he encontrado es que la “población local” niega el suceso completamente. Vamos a analizar estos testimonios, que me parecen inaceptables en primer lugar por ser menciones sin referencias concretas. 

Primero, si es cierto que escaparon 500 soldados japoneses, debió ser por sus propios medios. Dudo mucho que la población local les ayudara. Si bien al comienzo de la guerra los japoneses gozaron de cierta popularidad porque eran vistos como liberadores del yugo colonial europeo, pronto se granjearon la antipatía general por su arrogancia y su racismo. Por otro lado, no tengo constancia de que ninguno de los 500 soldados que escaparon haya dado su testimonio sobre lo que sucedió, o no sucedió, en el Pantano de Ramri. 

Segundo, no tengo constancia de ningún testimonio de la “población local” dando su versión de los hechos. No he encontrado ninguna referencia sobre ninguna entrevista ni ningún nombre. Por tanto, no puedo dar por válida la afirmación de que “la población local niega la matanza”. 

Por su parte, en contra del testimonio de Wright hay, al menos, dos hechos: 

Primero, no tengo constancia de que ninguno de los 20 supervivientes de la matanza haya dado ningún testimonio, ni a favor ni en contra. 

Segundo, era costumbre en la Guerra del Pacífico que, una vez las tropas operativas hubieran asegurado un territorio, detrás de ellos venían “barrenderos” con la desagradable tarea de recuperar y quemar, o enterrar, los cadáveres de los soldados japoneses que quedaban atrás. No tengo constancia de que se hayan recuperado restos de japoneses devorados por cocodrilos o limpiados por buitres. 

Entonces, ¿qué conclusión debemos sacar?. Bruce Wright no mintió. Lo que hizo fue poner por escrito lo que él oyó durante aquellas noches, y ató cabos sobre lo que él creyó que había sucedido. Pero no presenció. Es bastante probable que 500 japoneses pudieran escapar por su cuenta, y de los 380 soldados que quedaron en el pantano, muchos debieron morir de agotamiento, por heridas de guerra o de sed. Si sobrevivieron 20, entonces murieron en los pantanos unos 360 soldados japoneses. Pero también es probable que, de esos 360 soldados, un número significativo fuera, en efecto, devorado por los cocodrilos marinos. ¿Cuántos de ellos?, es imposible saberlo, pero es plausible suponer que unos 20 ó 30 pudieran haber caído devorados en las fauces del más poderoso cocodrilo del mundo. 

Con sólo 20 ó 30 víctimas es ya suficiente como para considerar la “matanza” de la Isla de Ramri como el peor ataque de cocodrilos de la Historia y una de las tres mayores matanzas de humanos por animales. 

USS Indianapolis. Hombres de valor. 

El 16 de julio de 1945 una caja misteriosa fue cargada dentro del destructor USS Indianapolis, fondeado en el muelle militar del Puerto de San Francisco. Le fueron dadas al capitán del buque instrucciones precisas de hacia dónde debía llevar la carga, desconocida para él: la Base Aérea de la Isla de Tinian, en el Archipiélago de las Marianas, al Este de las Filipinas. Era la bomba atómica que iba a lanzarse por primera vez sobre en la Historia en Hiroshima. Una vez entregada la bomba, el buque fondeó en la base de Guam, de donde salió el día 28 de julio rumbo a las Islas Filipinas para reunirse con el USS Idaho, para realizar ejercicios y maniobras de cara a la futura invasión de Japón. Pero nunca llegó a la cita. 

El destructor Indianapolis

A las 23:35 de la noche del 29 de Julio el Indianapolis es torpedeado por el I-58, un submarino japonés de Primera Clase tipo B3, comandado por Mochibura Hashimoto. El primer torpedo predió 3.500 litros de combustible de aviación provocando una gran explosión. El segundo torpedo inicia una reacción en cadena de explosiones que parten en dos al gran destructor. El Indianapolis se hunde en sólo 12 minutos, a las 00:27 del 30 de Julio. De una dotación de 1.196 hombres, quedan unos 900 en el agua, vivos, a flote como pueden…con chalecos salvavidas, apoyándose en restos del barco o flotando a la deriva. 

Gráfico que narra los principales datos sobre el hundimiento del Indianapolis

Al despuntar el sol ese 30 de julio, aparecen los primeros tiburones. Según los testimonios, se trataba de tiburones de aleta blanca Carcharhinus longimanus, un gran tiburón pelágico de aguas tropicales y subtropicales. Es inconfundible con sus largas aletas terminadas en punta blanca. Es un tiburón de movimientos lentos y elegantes, pero muy peligroso en el frenesí de la alimentación. Prefiere aguas a una temperatura de entre 20 y 28 ºC y se mueve preferentemente entre los 0 y 50 metros de profundidad. 

Los tiburones despacharon en primer lugar a los cadáveres flotantes. Pero los cada vez más frenéticos movimientos de los vivos terminaron por atraer a más tiburones que llegaban como enjambres. Esto es debido a un conjunto de órganos sensoriales distribuidos por el costado del tiburón, llamado “línea lateral”. Estos sensores detectan cambios de presión y movimiento en las aguas hasta distancias considerables. Entonces las fieras empezaron a atacar a los heridos y a los que sangraban. Se desata el pánico entre los desdichados marineros, que tratan de agruparse entre sí, disputándose el centro de los grupos, más resguardado que los que se encuentran en los bordes. Cuando algún marinero moría, entre todos arrojaban el cadáver a los tiburones, para distraer su atención. Unos marineros lograron sacar unas latas de carne que lograron rescatar del naufragio, pero sólo el olor empezó a atraer tantos tiburones que tuvieron que deshacerse de tan valiosa carga. Pasa el tiempo y los tiburones no paran de alimentarse y hacer presa en los desventurados supervivientes. 

El tiburón de puntas blancas fue el responsable de la matanza de marineros del Indianapolis

Mientras tanto, la Inteligencia Naval estadounidense descifra un mensaje japonés interceptado, en el que se indica el hundimiento del navío, pero desconfían temiendo una trampa y deciden desestimarlo. El 2 de agosto, por pura casualidad ya que no se estaba buscando a un buque que incomprensiblemente no se había echado aún de menos, un avión de patrulla antisubmarina que acertó a pasar por allí logra divisar a los náufragos y radia un mensaje de aviso para que los rescaten. 

Poco después, un hidroavión lleva suministros y balsas salvavidas que arroja a los supervivientes. Mientras sobrevuela el dantesco escenario, el piloto Teniente Adrian Marks se da cuenta de que los tiburones están devorando a los marineros, y contraviniendo órdenes, ameriza para rescatar a los más débiles. Logra llevarse a 54 marineros. Finalmente, hacia la medianoche llega a la escena el USS Doyle, que rescata a 317 supervivientes en lo que fue el mayor desastre naval de la Marina de los EEUU hasta ese momento. 

Vamos a echar cuentas. Como de costumbre en estos casos, nadie estaba en situación de contar cuántos marineros morían de qué cosa. Es evidente que los más de quinientos marineros que murieron en el agua no fueron todos devorados por los tiburones. Hubo muertos por las heridas sufridas en las explosiones, otros murieron de agotamiento, de sed, de intoxicaciones por beber agua de mar en la desesperación de la sed…y, por supuesto, los tiburones se apuntaron su tanto. Las estimaciones más plausibles hablan de una horquilla de entre 60/80 como mínimo, y 150 como máximo. La historia del Indianapolis fue recientemente llevada al cine en la película Hombres de valor, y también en una de las mejores escenas de Tiburón (1975), el actor Robert Shaw realiza el papel de un superviviente de aquel naufragio.

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