Especial Halloween: Criptozoología, ¿cazadores de monstruos?

Querida hija:

En estas fechas de Halloween y Todos los Santos parece que hasta la mente más analítica y sesuda se deja llevar por lo misterioso y sobrenatural. Por eso en este especial de Halloween quiero hablarte de la Criptozoología, una "disciplina" que se ocupa de animales fantásticos, monstruosos e inusuales...con la particularidad de que ellos creen que estos animales existen, mientras que la Ciencia no. Mitos y leyendas siempre ha habido y siempre habrá, pero conviene que sepas distinguir el grano de la paja y dejar volar sanamente tu imaginación con los monstruos...sin obsesionarse con su existencia real.

La Criptozoología propugna la existencia de criaturas "ocultas" y extrañas. Lámina: Vlad Stankovic


Introducción: animales fantásticos y dónde encontrarlos

Desde la noche de los tiempos, los seres humanos han buscado explicaciones sobrenaturales a lo que les rodeaba. Así, las culturas humanas más primitivas han inventado monstruos y seres fantásticos que les ayudaban a explicar la realidad que veían y transmitir este conocimiento a las nuevas generaciones al amor del fuego de campamento.

Por ejemplo, los aborígenes australianos tienen una mitología de la Creación que ellos llaman "El Tiempo del Sueño". En ella, ciertas especies animales reconocibles como el barramundi, la tortuga, el canguro o el lagarto tienen un papel protagonista. Pero junto a estos animales también los aborígenes crearon bestias mitológicas para ayudarles a entender el mundo, como la Serpiente Arcoíris o el Bunyip, oscuro y tenebroso monstruo que habitaba en los pantanos, o criaturas antropomorfas denominadas wondjina.

Grabado que representa a un unicornio


Hasta los antiguos griegos, seres racionales por excelencia, que desarrollaron la Filosofía, la Geometría y pusieron las bases para la Ciencia moderna sucumbieron a los animales fantásticos, y su Mitología está plagada de ellos: Cerbero, el Minotauro, la Esfinge, Medusa, el Ciclope, la Hidra...la lista sería interminable. En la Antigua Grecia, la rigurosa filosofía y la enloquecida mitología se daban la mano conviviendo a la perfección.

La Edad Media fue una edad dorada para los monstruos. Si observas cualquier mapa medieval, verás que junto a las tierras más o menos conocidas, se representaba todo tipo de monstruos en las tierras desconocidas y también en las aguas marinas, escasamente surcadas entonces y pobladas de todo tipo de suposiciones y leyendas. Parece evidente que muchos de estos monstruos marinos se inspiraban en las ballenas que todos podían ver desde las torres de vigía situadas en las costas, pero que pocos se atrevían a investigar. Otros dieron origen a la leyenda del unicornio: una especie de antílope (que no caballo), dotado de un largo cuerno que le salía de la frente.

Como es de suponer, el unicornio jamás existió aunque todos los europeos medievales y renacentistas jurarían por lo más sagrado que sí existían. El caso es que los cuernos de unicornio se vendían a precio de oro en la crédula Europa de su tiempo porque se pensaba que tenían poderes mágicos y servían para curar todo tipo de enfermedades y dolencias. Pero ese cuerno provenía de un animal bien real: el narval (Monodon monoceros), cuyos cuernos se recolectaban en los lejanos países árticos por parte de los vikingos y sus descendientes, los cuales para mantener el secreto del origen de su lucrativo comercio, inventaron la existencia del unicornio para evitarse curiosos y pelmazos.

En general, los "monstruos" que atormentaban a los europeos de los siglos XVI y XVII eran o bien criaturas mitológicas heredadas del pasado, o bien animales reales procedentes de países muy lejanos cuyas descripciones llegaban a Europa convenientemente deformadas hasta hacerlas irreconocibles.

Todo esto empezó a cambiar precisamente durante el Renacimiento. La Era de los Descubrimientos pone en contacto a los europeos con nuevos animales y plantas procedentes de América, África y Asia. La nueva mentalidad humanista, poco proclive ya a dar pábulo a consejas y cuentos mitológicos, empieza a catalogar estas nuevas criaturas. Aparecen las primeras colecciones privadas en los "Gabinetes de Curiosidades", y los primeros e incipientes científicos empiezan a estudiar seriamente a los animales desde otro prisma.

Representación de un monstruo marino en un mapa renacentista


El siglo XVIII, de la Razón y la Ilustración, con sus viajes científicos por el Pacífico termina de enterrar a los monstruos bajo siete llaves, y surgen científicos serios como Linneo, que propone con éxito el sistema de clasificación de los seres vivos que sigue vigente en la actualidad. El camino de la Ciencia, con su método de "observación - hipótesis - experimentación - confirmación/refutación" se establece con firmeza en el estudio de los seres vivos tanto conocidos como los que se van descubriendo nuevos, que son legión.

Curiosamente, las criaturas mitológicas "resurgen" a partir de la expansión imperialista de las potencias europeas a partir del último tercio del siglo XIX. Los ejércitos europeos conquistan el interior tenebroso del África negra, así como de las últimas islas de Oceanía, y los nuevos estados americanos surgidos de la colonia europea también conquistan y someten a los indígenas tanto de Norteamérica como de Sudamérica. Tras los soldados, llegan los misioneros y los científicos, que toman nota admirados de nuevos mitos y leyendas que hablan de criaturas fantásticas de la misma manera que sucedía en la Europa de los "tiempos oscuros".

En aquel momento, los naturalistas europeos y americanos estaban descubriendo multitud de nuevas especies animales en las nuevas tierras conquistadas para los respectivos imperios coloniales, y muchos de estos naturalistas se preguntaban si los animales fantásticos de las mitologías indígenas no estarían describiendo animales reales que la Ciencia debía encontrar y describir. Así, el explorador alemán Schweinfurth en 1869 y el explorador británico Stanley en 1876 toparon con tribus centroafricanas que hablaban de una especie de asno selvático al que llamaban atti. 

Okapi, dibujo de Sir Harry Johnston. Smithsonian Report, 1901


A Stanley, incluso, algunos nativos le habían llegado a entregar fragmentos de piel de ese supuesto asno selvático, que llevó a Londres donde despertó el interés del que sería luego nombrado Gobernador de Uganda en 1899, Sir Harry Johnston. Este político (que además también era botánico) sí se tomó en serio lo que decían los nativos e investigó en la zona limítrofe con el Congo Belga lo que los pigmeos locales contaban sobre esta bestia desconocida. Finalmente, como resultado de la "red" investigadora que tejió Johnston, en 1901 un oficial de Fort Mbeni, el teniente Karl Erikson, consigue dos cráneos y una piel completa del animal, que en la zona denominaban okapi, enviándoselas a Johnston quien, acto seguido, los presentó en Londres a la comunidad científica.

Ese mismo año, Lancaster y Sclater describen la nueva especie como Okapia johnstoni.

De la Ciencia a la Criptozoología

El caso del okapi es muy paradigmático de cómo los mitos, leyendas y aseveraciones de los pueblos aborígenes podían conducir al descubrimiento de nuevas especies animales. Pero el caso del okapi fue impecablemente científico: se investigó hasta dar con restos del animal, que fueron convenientemente estudiados por los zoólogos hasta describir y ubicar en la clasificación a la nueva especie. Siempre la Zoología actúa de la misma manera: una nueva especie se describe a partir de un ejemplar físico que es el primero en ser estudiado. 

Este "ejemplar tipo" se custodia siempre en alguna institución científica como un Museo o Universidad para que sirva como patrón comparativo con otras especies y para confirmar o denegar la pertenencia a esa especie de otro individuo. Este esquema de trabajo se sigue practicando en la actualidad sin apenas variaciones, y asegura la aplicación del método científico a la descripción de nuevas especies animales.

¿Cómo surge, entonces, la Criptozoología?

Primera edición en inglés de On the tracks of unknown animals. Bernard Heuvelmans, 1958


Tras la Segunda Guerra Mundial, dos zoólogos, el franco-belga Bernard Heuvelmans (1916 - 2001) y el británico-americano Ivan T. Sanderson (1911 - 1973) se preguntaban si todos esos animales mitológicos y/o fantásticos de los que hablaban tantas culturas humanas en todo el mundo serían reales. Heuvelmans publica en 1955 la obra fundacional de la Criptozoología: Sur la piste des betes ignorées (En busca de los animales desconocidos), que fue traducido al inglés en 1958 haciéndose una obra muy popular rápidamente. Este libro le vale a Heuvelmans el título de "Padre de la Criptozoología".

Por su parte, Sanderson también experimentó la fascinación de los relatos fantásticos de culturas indígenas durante sus viajes de carácter científico. Al parecer, fue él quien acuñó el término "criptozoología", que significaría algo así como "Estudio de los animales ocultos". Y aquí está el quid de la cuestión. ¿Qué había cambiado desde la impecable ciencia que condujo a Johnston al descubrimiento del okapi hasta esta disciplina inclasificable que era la Criptozoología?

Hasta entonces, la Ciencia sólo reconocía dos tipos de seres vivos: los que habían sido descritos en el presente y los que vivieron en el pasado. Nadie hablaba de "animales ocultos". La Ciencia nada tenía que decir sobre los animales que no podía estudiar siguiendo el método científico a partir de un ejemplar recolectado. Pero Heuvelmans hablaba en su libro de animales que podrían existir. Y esto era nuevo. Heuvelmans y Sanderson hablaban de criaturas como el Yeti (el "abominable hombre de las nieves"), el "Mokele Mbembé" (una especie de "dinosaurio" pigmeo del que hablaban ciertas tribus africanas), las "serpientes marinas", el "Monstruo del Lago Ness", y criaturas por el estilo...de las que no aportaban ninguna prueba de su existencia.

La Criptozoología, una nueva pseudociencia

A partir de ese momento, durante las tres décadas siguientes surgieron como hongos legiones de criptozoólogos que se dedicaban a "documentar" la existencia de estas supuestas criaturas ocultas. Su modus operandi se reducía a recolectar "testimonios" de personas que habían "visto" a estas criaturas, o que habían oído hablar de otras personas que, a su vez, decían que las habían visto. Estos testimonios eran aceptados como válidos e incuestionablemente verdaderos sin ningún tipo de estudio crítico. 

El Yeti es uno de los críptidos más perseguidos por los criptozoólogos


Cierto es que la zoología de siglos pasados también muchas veces partía del testimonio de personas que decían haber visto tal o cual animal. Pero un animal real tarde o temprano deja pruebas de su existencia, y la zoología recaba y analiza dichas pruebas incluso documentando la observación y/o captura de los mismos, llegando a ese "especimen tipo" del que te hablaba antes. Los criptozoólogos, sin embargo, se quedan en el testimonio sin recabar las pruebas de la existencia de los críptidos, que es como ellos denominan a estos "monstruos".

Y cuando sí han presentado dichas "pruebas", éstas no han resistido el menor análisis técnico-científico, que en seguida detecta la manipulación y artificialidad de estas supuestas pruebas, poniendo en evidencia a los charlatanes, cuando no son bromazos que alguien urde para tomarles el pelo. Un ejemplo de ello fue el supuesto "pingüino gigante" del que se "tuvo noticia" cuando en 1948 alguien encontró unas huellas de una criatura de tres dedos en la playa de Clearwater, en Florida. Más tarde, las mismas huellas fueron encontradas cerca del río Suwannee y, cómo no, "alguien" dijo haber visto al gigantesco animal en la distancia.

Ivan T. Sanderson, como has visto uno de los fundadores de la Criptozoología "estudió" el caso y dictaminó que se trataba de una especie de pingüino gigante. Y se quedó tan ancho. Todo el tinglado se vino abajo en 1988 cuando un tal Tony Signorini admitió que fue él, junto con un amigo, quien fabricó artificialmente dichas huellas para gastar una broma.

Por eso, al final, los criptozoólogos acabaron huyendo de los científicos como de la peste, alegando teorías conspiratorias varias del tipo de que a la Ciencia "oficial" "no le interesa" reconocer la existencia de dichas criaturas. A mí me gustaría saber por qué a la Zoología "no le interesaría" estudiar cualquier criatura viva de este planeta. Es que al final te tienes que reír. Un ejemplo de esto fue otro famosísimo caso de un críptido: el supuesto "Hombre de Hielo de Minnesota". Veamos este delirio:

El "Hombre de Hielo de Minnesota"


En la década de 1960, un tal Frank Hansen exhibía por centros comerciales y ferias de los EEUU un supuesto cadáver conservado en un bloque de hielo que parecía ser de algún tipo de antropoide de unos 1,8 m de altura. Según Hansen, se lo había confiado un "excéntrico millonario de California" (cuyo nombre no aportó) quien, a su vez, lo habría desenterrado de Siberia. Este supuesto antropoide sería, pues, la "prueba" de la existencia de una desconocida especie de "homínido" en aquella remota parte del mundo.

Ya es sospechoso que, en lugar de entregarlo a los paleontólogos para su documentación y estudio, lo llevara por ahí mostrándolo al público y siempre dentro de un gran bloque de hielo, impidiendo el contacto directo con el supuesto antropoide. Por supuesto, Ivan T. Sanderson escribió un artículo en 1969 preguntándose si no sería el eslabón perdido entre los monos y los humanos. En honor a Sanderson, que debió tener un momento de lucidez recordando su titulación en Biología, llamó al primatólogo John Napier para que examinara el antropoide en el seno de la Institución Smitsoniana.

En ese momento, Hansen oculta el supuesto animal alegando que su propietario (el "millonario" californiano) así se lo ha pedido. Más adelante, Hansen vuelve a exhibir el supuesto antropoide pero quienes lo vieron claramente expresaron que se trataba de un modelo de látex que no se parecía en mucho al "original", hecho corroborado por las investigaciones que hizo Napier., localizando la empresa donde Hansen había encargado el fantoche. El dictamen de la Institución Smitsoniana fue claro: se trataba de una "exhibición de carnaval hecha de látex". Esta "cosa" se exhibe hoy en un "Museo de lo Extraño" en Austin, Texas.

Portada del programa de TV In Search of Monsters, que difunde bulos criptozoológicos


Al final, de lo que se trata es de vender libros, cobrar por apariciones en televisión y vender supuestos documentales a cadenas de televisión con pocos escrúpulos a la hora de hacer audiencia y caja. Esta es la motivación de los criptozoólogos, que no se creen sus propias mentiras.

Cómo se fabrica un bulo criptozoológico: el caso del "Monstruo del Lago Ness"

Seguramente el críptido más famoso de todos (junto con el Yeti, que al final se demostró que se trataba de un oso, al analizar unas supuestas muestras de pelo que se pretendía que eran del Yeti) sea el Monstruo del Lago Ness. Muchísimas personas en todo el mundo creen en la existencia de este supuesto monstruo, que desde luego ha conseguido que mucha gente en Escocia haga mucha caja. Vamos a ver de dónde salió este bulo.

Primero situémonos geográficamente. El Lago Ness (Loch Ness en gaélico) es un lago de origen glaciar situado en una fosa de origen tectónico, llamado "Great Glen", o "Gran Valle" (Glen = valle en gaélico). Más adelante volveremos sobre el origen del lago, que es importante. Suele decirse que "Nessie" (así se llama el engendro), es una criatura mítica del folclore escocés. Sin embargo, yo no he encontrado ninguna referencia folclórica acerca de esta criatura. Sólo los "Kelpies", criaturas malignas que habitan en ríos o lagos, y que te la lían parda.

Fragmento del artículo que inició el bulo del "Monstruo del Lago Ness"

El bulo, en realidad, comienza con la publicación el 2 de mayo de 1933, del artículo (anónimo) STRANGE SPECTACLE ON LOCH NESS. WHAT WAS IT?, en el "Inverness Courier", haciendo referencia a supuestos avistamientos de una "criatura". Por primera vez se usa la palabra "monstruo".

Muy pronto, el 12 de noviembre de 1933, se publica la primera "foto" del supuesto monstruo, obra de Hugh Gray. Como puedes observar, no se observa nada: todas las supuestas fotos o filmaciones del supuesto monstruo siempre serán borrosas o irreconocibles con claridad. Pero esta foto, al ser analizada y estudiada, se demostró que se trataba de la estela que dejó en el agua el perro labrador del autor de la foto, que estaba jugando con un palo dentro del agua. Primera foto, primer castañazo: ERA UN BULO.

La supuesta foto del Monstruo del Lago Ness, de Hugh Gray

Inasequibles al desaliento, los "avistadores" no cejaron. Tras otra supuesta aparición en 1934, el 21 de abril de 1934 se publica en el Daily Mail la foto más famosa del "monstruo", en el que se veía la cabeza y el cuello. La famosa "foto del cirujano" desafió los estudios. Pero 60 años después, en 1994, se demostró que era un engaño: un tal Christopher Spurling confesó haber participado en una farsa en la que, por cuenta de un periodista del Daily Mail, habían preparado un modelo del monstruo para fotografiarlo. OTRO MALDITO BULO.

La "foto del cirujano" al final era una manipulación

¿No llama la atención el que el bulo empieza en 1933 y, de repente, salen avistamientos de debajo de las piedras?. En realidad, los supuestos avistamientos y filmaciones no cesaron entre 1933 y 1938. ¿Por qué precisamente en Escocia y por qué precisamente en esos años?

Las novelas de Walter Scott habían puesto de moda a Escocia como destino turístico a mediados del siglo XIX: una minoría adinerada en busca de Historia, caza y pesca, amén de la Familia Real, que veraneaba en Balmoral desde 1848, atrayendo a la aristocracia. Pero en 1933 la Gran Depresión golpeaba Gran Bretaña, arruinando esa influyente industria turística escocesa. Por otro lado, en Marzo de 1933 se estrena "King Kong", desatando en el mundo la "monstermanía". ¿Se trataba de un intento de reactivar el turismo en las Highlands?

La teoría se confirma porque curiosamente los avistamientos "desaparecen" entre 1938 y 1955. Justo cuando las preocupaciones de los británicos eran las legiones de Hitler y una dura posguerra en la que mucha gente emigró del país. En 1955, cuando Gran Bretaña entra de lleno en la recuperación económica y la sociedad de consumo se publica la foto de Peter McNab, reactivando el bulo.

Los "testigos" del "monstruo" coinciden en señalar una criatura parecida a un plesiosaurio: un reptil acuático de la Era Secundaria contemporáneo de los dinosaurios, y que se extinguió con ellos hace 65 millones de años. Extinguido es que no queda ninguno. NINGUNO. Pero, por las dudas, conviene recordar que Escocia y toda Gran Bretaña quedó sepultada por un casquete de hielo hasta hace 10.000 años. Al retirarse esta sábana de hielo sobre las Highlands, se formó el Lago Ness. Ninguna criatura de ese lago puede tener más de 10.000 años.

Un ejemplo del lucrativo "merchandising" que "Nessie" ha generado a su alrededor

Como te dije antes, si un animal es real (y más tratándose de un gran animal como supuestamente era "Nessie"), tarde o temprano deja pruebas de su presencia. No sólo no hay pruebas de la existencia de ningún "monstruo" en dicho lago sino que lo que se ha aportado como "prueba" ha sido inmediatamente desmontado por los análisis fotográficos e incluso por confesiones de manipulación. Pero la cosa funcionó: las Highlands escocesas reciben desde entonces cientos de miles de visitantes "esperanzados" de ver al famoso "monstruo", que se ha convertido curiosamente en una fuente de ingresos turísticos y merchandising.

La prueba la tienes en que, justo a partir del éxito del bulo del Lago Ness, otros varios lagos por todo el mundo también "reclaman" la existencia de sus propios "monstruos". En fin.

En conclusión

Antes te hablaba de que, al final, de lo que se trata es de hacer caja. Vender libros, camisetas, programas de televisión, lo que sea. Ese es el objetivo de cualquier criptozoólogo que se precie. Pero para vender algo, se necesita alguien dispuesto a comprarlo. Y no cabe duda de que la criptozoología tiene un público. ¿Por qué creemos en monstruos? o, más exactamente, ¿por qué queremos creer en monstruos?

La respuesta no es fácil. En siglos pasados, los resultados científicos se quedaban en una reducida élite académica mientras que el grueso de la población, analfabeta y pobre, bastante tenía con poder comer. No estaban para tonterías. Pero a partir del fin de la segunda guerra mundial la sociedad occidental cambia: aumenta el nivel de vida, surge la sociedad de consumo y aumenta el nivel cultural y educativo del grueso de la población. 

En cierto modo, el ser humano necesita creer en lo sobrenatural y misterioso


Paradójicamente eso crea un mercado para cualquier persona que escriba un libro sobre lo que le parezca: hay más tiempo libre para leer y ver la televisión, y dinero para comprar libros de todo tipo de temáticas. Pero a la vez, el ciudadano medio de la sociedad de consumo lleva una vida gris (o, al menos, la percibe como tal). Una vida de trabajo-casa-trabajo-casa, sin muchas perspectivas de cambio. El mundo se hace cada vez más materialista y eso acaba machacando lo que hay de espiritual y natural en el alma humana, que suspira por sus orígenes naturales.

El gris trabajador que todas las mañanas se apretuja en el metro rumbo a un trabajo precario y mal pagado se evade imaginando que aún queda misterio en el mundo. Que aún la Naturaleza no se ha sometido a la trituradora del capital y que aún atesora secretos que muestran que el ser humano jamás doblegará lo que queda en el mundo de salvaje. Por eso creemos en monstruos y por eso siempre prestaremos oídos a cualquiera que nos hable de ellos.

¿O no?

MÚSICA RECOMENDADA: Mark Mothersbaugh - Hotel Transilvania

SI TE GUSTA MI LABOR DIVULGATIVA, ¡APÓYAME! Patreon.com/cronicasdefauna


ransilvania

Comentarios

  1. Enhorabuena por tu blog!
    De lo más interesante que he leído últimamente.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Errores comunes: los pingüinos no existen

Tarántulas. Dame veneno...

La gallina doméstica: características, origen y domesticación